Bradbury Ray - Idilio De El Gordo Y La Flaca

Páginas: 7 (1607 palabras) Publicado: 24 de septiembre de 2013
Por Ray Bradbury
EDICIÖN DIGITAL: G. MASSO O.
MËXICO 2005

EL LA llamaba Stanley; ella a él, Ollie. Ella tenía 25 años, y él 32, cuando se conocieron en uno de esos cocteles en los que todo el mun¬do se pregunta qué diablos está ha¬ciendo ahí; pero nadie se va, así que todos beben demasiado y mienten sobre lo maravillosa que les parece la reunión.
Ambos andaban para acá y para allá enaquella selva de gente, sin encontrar un árbol a cuya sombra arrimarse. Sus pasos los llevaron a toparse en el centro de la insípida multitud. Tratando de cederse el paso mutuamente, se apartaron ha¬cia un lado, y luego hacia el otro, varias veces, de tal forma que no po¬dían pasar, hasta que ambos rieron. Él, por impulso, levantó su corbata con los dedos y la meneó, y ella inmediatamente se llevóuna mano a la mollera, se desordenó el pelo y empezó a parpadear, con un gesto como de alguien a quien le han gol¬peado la cabeza.
—¡Stan! —exclamó él, al reco¬nocer el ademán.
—¡Ollie! —respondió ella—. ¿Qué te has hecho?
—¿Por qué no me ayudas? —re¬puso él, mientras hacía ademanes tos¬cos, propios de los obesos.
Ambos se tomaron del brazo en medio de sonoras carcajadas.
—Yo —empezó a decirella, con un brillo cada vez más intenso en la cara—... yo conozco el lugar, a menos de tres kilómetros de aquí, donde está la escalinata de 131 pel¬daños por la que El Gordo y El Fla¬co, en 1932, subieron y bajaron aquella caja con un piano adentro.
—Bien, ¡larguémonos de aquí! —gritó él.
Un portazo en el auto, un rugido del motor, y la ciudad de Los Án¬geles, a la luz del atardecer, fuepa¬sando a toda carrera ante ellos.
Él frenó en donde ella le indicó que se estacionara.
—¡No lo puedo creer! ¿Es esa la escalinata?
—La misma, con sus 131 pelda¬ños —respondió ella, mientras salía del auto—. Ven, Ollie.
—Como quieras, Stan.
Se quedaron un momento miran¬do hacia arriba la pronunciada pen¬diente de concreto. Entonces ella le pidió con voz maravillosamente dul¬ce: "¡Sube! ¡Anda,sube!"
Él empezó a ascender, contando los escalones, primero en un susu¬rro, pero a cada número que pro¬nunciaba, su voz aumentaba un decibelio de alegría. Cuando llegó al 57, estaba perdido en el tiempo.
"¡Detente!", gritó ella, a lo lejos. "¡No te muevas de ahí!"
Él se quedó quieto y se volvió. Ella llevaba una cámara en las ma¬nos. Entonces él se llevó la mano instintivamente a la corbata, parahacerla revolotear al aire nocturno.
"¡Ahora, yo!", pidió la dama, y subió corriendo y le entregó la cá¬mara. Él bajó a su vez, se volvió ha¬cia arriba y la vio encogida de hom¬bros y con el gesto de perplejidad y desamparo de Stan. Él oprimió el obturador, y deseó quedarse en aquel lugar para siempre.
Ella bajó lentamente los escalones que los separaban, lo miró directa¬mente a los ojos yexclamó:
—¡Estás llorando!
Él la miró también a los ojos, que tenía casi tan húmedos como él los suyos, y le dijo:
—¡En menudo lío nos has vuelto a meter!
—¡Oh, Ollie! exclamó ella, y suspiró.
—¡Oh, Stan! —exclamó él, suspiró, y la besó suavemente. Luego, le preguntó—: ¿Vamos a compren¬dernos para siempre?
—¡Para siempre!
DESDE aquella hora crepuscular en la escalinata, sus días fueron lar¬gosy estuvieron llenos de esa arro¬badora risa que marca el pulso de todo gran idilio, al principio y al precipitado final. Dejaban de reír sólo para besarse, y dejaban de be¬sarse sólo para reír.
Fueron a ver muchas películas, nuevas y viejas, pero principalmen¬te las de El Gordo y El Flaco. Se aprendieron de memoria las mejores escenas, y las repetían a gritos cuan¬do paseaban en auto por LosÁn¬geles, a medianoche. Ella dejó que su alma rebosara como una fuente y lo bañara a él, y era correspondida con el mismo gozo.
Durante aquel año subieron y ba¬jaron la escalinata del piano por lo menos una vez al mes, y organiza¬ron meriendas con champaña sobre los peldaños, en la parte media de esa cuesta, y así descubrieron algo increíble.
—Deben de ser nuestras bocas —dijo él—. Hasta que te...
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