caida del muro de berlin
Páginas: 5 (1087 palabras)
Publicado: 12 de julio de 2014
La caída del muro de Berlín
El Muro de Berlín se derrumbó el 9 de noviembre de 1989. Nadie, mucho menos los enemigos históricos de la llamada 'Cortina de Hierro' (Estados Unidos y las potencias occidentales), se imaginaron tamaño terremoto político. Ningún sovietólogo ni analista de política internacional insinuó crisis alguna del 'socialismo real', ni los astrólogos anuales, tan expertosen catástrofes, predijeron jamás el desplome del sistema leninista en Europa oriental. Los denominados 'países satélites' se derrumbaron porque sus sistemas estaban pegados con babas, como ocurre cuando se impone a la fuerza una doctrina de cualquier índole, religiosa, económica o política.
Sin embargo, ningún indicio de catástrofe se dejó entrever durante mi estancia en la RepúblicaDemocrática Alemana (para los occidentales, Alemania Oriental), cuando la visité en abril de 1989, seis meses antes de la caída del Muro. Invitado por el gobierno de Erich Honecker, fui llevado y traído por diversas ciudades del territorio germano-oriental sin que detectara un solo brote de inconformidad o de rebeldía contra el estado socialista.
Fueron muchísimas las ocasiones en que salía solo oacompañado por amigos latinoamericanos, cambiaba opiniones con estudiantes, funcionarios, amas de casa, intelectuales y gentes del común, por las riberas del río Spree en Berlín, lo mismo que en ciudades y pequeños pueblos de la campiña alemana. Aparte de las críticas normales, las caricaturas verbales o las palabras de inconformidad lógicas en toda colectividad humana, nada hacía pensar en que unosmeses después todo se vendría abajo sin que los tanques del Pacto de Varsovia o las metrallas oficiales se movieran de sus arsenales.
Entre otras cosas, me sorprendió luego de la caída del Muro, saber que Leipzig era uno de los centros de mayor concentración de opositores al régimen y donde se produjeron las más agresivas manifestaciones, cuando semanas antes yo había disfrutado de su pazgeneral, y sobre todo, de las bellas canciones escuchadas en la Gewandhaus, el auditorio musical más famoso del mundo.
Recuerdo que el 22 de abril el mundo occidental trajo a cuento el centenario del nacimiento de Hitler. Ese mismo día me enteré que en Alemania Occidental le habían dado suma importancia al suceso, a tal punto que muchas tumbas en los cementerios judíos habían amanecido con lasvástica pintada. Yo me quedé expectante. Resulta que una semana antes, Charles Chaplin también había cumplido un siglo, por lo que en la RDA se proyectó El gran dictador, la mayor sátira cinematográfica dirigida al Führer en vida de él. Con eso, los alemanes orientales dijeron todo.
En Berlín me hospedé en el Hotel Unter den Linden, a pocas cuadras de la Puerta de Brandenburgo, un monumento de piedraarenisca de 26 metros de alto por 11 de largo, bajo cuya cuadriga ha desfilado la historia moderna de Alemania: ejércitos prusianos, tropas napoleónicas, soldados de Bismarck, la guardia del Kayser, las tropas delirantes de Hitler, las fuerzas aliadas y soldados y oficiales de la Unión Soviética.
A lado y lado de la Puerta de Brandenburgo estaba el famoso Muro de Berlín, flanqueado porguardias serios y amables, vestidos con uniformes impecables. El muro era una infinita pared blanca, no muy alta, que dividía en dos la ciudad a lo largo de 45 kilómetros. Del lado occidental, había una improvisada tribuna repleta de turistas armados con cámaras fotográficas, filmadoras, binoculares y telescopios que nos observaban como a marcianos. Recuerdo que una mujer rubia abría su abrigo negrode piel y enseñaba la desnudez erótica de su cuerpo ante la mirada impasible de los soldados del Este. A un costado de allí, sobre una pradera verde nos mostraron el sitio exacto donde estaba el Bunker, bajo nuestros pies, dentro del cual se suicidó Adolfo Hitler.
Durante un mes largo, aparte de Berlín Oriental, visité varias ciudades de la RDA (Potsdam, Weimar, Gera, Sitzendorf, Erfurt,...
El Muro de Berlín se derrumbó el 9 de noviembre de 1989. Nadie, mucho menos los enemigos históricos de la llamada 'Cortina de Hierro' (Estados Unidos y las potencias occidentales), se imaginaron tamaño terremoto político. Ningún sovietólogo ni analista de política internacional insinuó crisis alguna del 'socialismo real', ni los astrólogos anuales, tan expertosen catástrofes, predijeron jamás el desplome del sistema leninista en Europa oriental. Los denominados 'países satélites' se derrumbaron porque sus sistemas estaban pegados con babas, como ocurre cuando se impone a la fuerza una doctrina de cualquier índole, religiosa, económica o política.
Sin embargo, ningún indicio de catástrofe se dejó entrever durante mi estancia en la RepúblicaDemocrática Alemana (para los occidentales, Alemania Oriental), cuando la visité en abril de 1989, seis meses antes de la caída del Muro. Invitado por el gobierno de Erich Honecker, fui llevado y traído por diversas ciudades del territorio germano-oriental sin que detectara un solo brote de inconformidad o de rebeldía contra el estado socialista.
Fueron muchísimas las ocasiones en que salía solo oacompañado por amigos latinoamericanos, cambiaba opiniones con estudiantes, funcionarios, amas de casa, intelectuales y gentes del común, por las riberas del río Spree en Berlín, lo mismo que en ciudades y pequeños pueblos de la campiña alemana. Aparte de las críticas normales, las caricaturas verbales o las palabras de inconformidad lógicas en toda colectividad humana, nada hacía pensar en que unosmeses después todo se vendría abajo sin que los tanques del Pacto de Varsovia o las metrallas oficiales se movieran de sus arsenales.
Entre otras cosas, me sorprendió luego de la caída del Muro, saber que Leipzig era uno de los centros de mayor concentración de opositores al régimen y donde se produjeron las más agresivas manifestaciones, cuando semanas antes yo había disfrutado de su pazgeneral, y sobre todo, de las bellas canciones escuchadas en la Gewandhaus, el auditorio musical más famoso del mundo.
Recuerdo que el 22 de abril el mundo occidental trajo a cuento el centenario del nacimiento de Hitler. Ese mismo día me enteré que en Alemania Occidental le habían dado suma importancia al suceso, a tal punto que muchas tumbas en los cementerios judíos habían amanecido con lasvástica pintada. Yo me quedé expectante. Resulta que una semana antes, Charles Chaplin también había cumplido un siglo, por lo que en la RDA se proyectó El gran dictador, la mayor sátira cinematográfica dirigida al Führer en vida de él. Con eso, los alemanes orientales dijeron todo.
En Berlín me hospedé en el Hotel Unter den Linden, a pocas cuadras de la Puerta de Brandenburgo, un monumento de piedraarenisca de 26 metros de alto por 11 de largo, bajo cuya cuadriga ha desfilado la historia moderna de Alemania: ejércitos prusianos, tropas napoleónicas, soldados de Bismarck, la guardia del Kayser, las tropas delirantes de Hitler, las fuerzas aliadas y soldados y oficiales de la Unión Soviética.
A lado y lado de la Puerta de Brandenburgo estaba el famoso Muro de Berlín, flanqueado porguardias serios y amables, vestidos con uniformes impecables. El muro era una infinita pared blanca, no muy alta, que dividía en dos la ciudad a lo largo de 45 kilómetros. Del lado occidental, había una improvisada tribuna repleta de turistas armados con cámaras fotográficas, filmadoras, binoculares y telescopios que nos observaban como a marcianos. Recuerdo que una mujer rubia abría su abrigo negrode piel y enseñaba la desnudez erótica de su cuerpo ante la mirada impasible de los soldados del Este. A un costado de allí, sobre una pradera verde nos mostraron el sitio exacto donde estaba el Bunker, bajo nuestros pies, dentro del cual se suicidó Adolfo Hitler.
Durante un mes largo, aparte de Berlín Oriental, visité varias ciudades de la RDA (Potsdam, Weimar, Gera, Sitzendorf, Erfurt,...
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