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CAMOTILLO
TIRADO ASÍ, entre los durmientes del ferrocarril, el sol ya le chorreaba sobre el cuerpo su aceite derretido. Opaca la mirada, grueso florón de baba entre los labios, y vómito y diarrea incontenibles.
Tragedia.
Arrastrándose había logrado llegar hasta allí, con la pacata esperanza de que alguien lo transportara al más próximo hospital.
Cuando menos lo pensó, ya tenía enfrente alprimer zopilote, horrible bicho que es el convídate solo de todos los festines putrefactos. Luego llegaron otros ídem, que vestidos como el primero, de rigurosa etiqueta, ensayaban macabras ceremonias en torno de su carne agonizante.
Él, por su parte, sabía bien lo que le esperaba, pues en varias ocasiones había visto a esos monstruos actuar antes las reses moribundas: a puros picotazos les arrancaninicialmente los ojos y el recto para seguir con otras partes blandas, todo ellos antes de que la víctima expirase. ¡Oh, asquerosos heraldos de la mortandad!
Más tarde descendió con raudo estrépito un ave blanquinegra, con cierto distintivo proclive a los del cóndor. Y al sólo aterrizar el augusto personaje, los zopes y los zonchiches se apartaron, dejándole libre el campo; era nada menos que elrey zope, cacique indisputable de su tribu.
Midiendo cada paso con porte de guerrero, se acercó al hombre caído y lo quedó mirando fija, aceradamente. Al punto no se podía decir qué cosa cortaba más, si la punta de aquel fulgor tan fiero o el garfio amenazante de su pico, presto a entrar en acción.
A diferencia de sus súbditos, aquel pariente del águila recordaba más bien a un militar en traje degala, y eso le hizo creer a la víctima que si en verdad el agresor no era un simple recluta, se podía esperar de él que al menos respetase algunas reglas, para el caso, la de no de no practicarle la autopsia sin haber muerto del todo.
El ave parecía comprender, y tal vez por eso se mantenía allí, hierática e inmóvil como estatua de suspenso.
El candidato a difunto era el mandador de la finca “LosZapotes”, circuito muy importante del emporio bananero. En su tarjeta identificatoria obraban los datos siguientes: Benito Sierra, 36 años, soltero, maestro rural, nativo de San Juancito.
Por más que él ya no podía articular palabra, los síntomas eran elocuentes: camotillo… camotillo… ¡Le habían dado camotillo!
En casos así, el antídoto eficaz es la infusión hecha con hojas de la misma planta:¡Caramba, si alguien acertara a pasar…!
Al último sudor de la agonía, el hombre reconstruyó en rápida visión pelicular el drama cuyo fin se aproximaba.
Tres años antes cuando él llegó a la Costa Norte, un anciano experto en artes y curaciones, le advirtió:
— Los enemigos del interiano aquí, son: los vicios en la ciudá, las víboras en el monte y la yuca en todas partes.
— ¿La yuca?
— Sí, elcamotillo: ¿no has oído hablar dél?
— Cómo no; dicen que es muy venenoso…
— ¡Hm! Venenoso es poco: ¡mortal! ¡Mata según el tiempo que lleva de cortado! Si está recién sacado, la persona muere en el acto. Si tiene un año, pues a ese plazo es ánima. Y lo peor es que puede conservarse mucho tiempo, como el jengibre.
— ¡Malhaya su jengibre! ¿Y cómo se administra?
— Una vez arrancado se le seca bajo sombra.Después se muele, y el polvo se echa en la copa, en las comidas, en el café, como mejor te parezca…
— ¡Papo! ¡Servicio a la carta! –explotó él sarcasmo, crispado el espinazo de puro miedo.
— Así es, asintió el viejo. ¡Hay que estar siempre ojo al Cristo!
Se despidieron y esa noche él no pudo pegar los ojos, como si un fantasma, por los agujeros del más allá, lo estuviera atalayando.
Los demásenemigos que el brujo le mencionara en su advertencia lo tenían sin cuidado. Los hombres mismos, con ser tan malos, no lo asustaban. Pero este monstruo vegetal que ni siquiera buscaba a sus víctimas sino que ellas iban hacia él; este dínamo cargado de poderes inauditos; este agente inerme y mudo que se apretaba a sí mismo como hurtando su presencia a la vista de los condenados, éste si le causaba...