Clases Introducción
Llegó puntual como siempre, llamó a lista a partir de las 7 de la mañana, y empezó su cátedra se presentó como Ernesto Pinilla, un hombre de considerable edad, delgado,
bastante canoso, de hablar pausado y preciso, vestido con un buso de lana tipo cuello
tortuga y una chaqueta tipo blazer. Con angulosos pòmulos y ojos que revelan una profundidad y experiencia que se manifiesta en sus palabras.
En la primera clase suele estimular a los estudiantes a hacer una lectura completa, constante y profunda de los textos, y recalca la importancia de llegar a los debates de clase
con las lecturas leídas y “rumiadas”, con preguntas y con un discurso preparado y también
exige que se escriba los elementos más importantes de los extractos de las sentencias y otras lecturas, principalmente de filosofía del derecho.
Ernesto Pinilla estimula a sus estudiantes a ser puntuales, una condición necesaria para ser los mejores, dice que quien no es puntual no sirve como abogado, “en un juzgado no lo van
a esperar a uno”, y también como una forma de respetar ese pacto que todo estudiante
tiene con su universidad pública, la de estudiar mucho para ser bueno y fortalecer la educación pública, como una forma de agradecer a los contribuyentes. Crítica la cultura de
impuntualidad y, en general, de incumplimiento que hay en Colombia, y sobre todo aquella que se presenta en las instituciones públicas, a lo que denomina una cultura de “desprecio
por lo público”. Dice que aquellas personas que ingresan a universidades privadas son los hijos de aquellos que detentan el poder y que por lo tanto estudian más y se forman mejor,
para conservar el poder. “Pini”, como varios de sus estudiantes lo llaman, tiene como teoría de esta cultura de desprecio de lo público por parte de los estudiantes como uno causado
por el factor psicológico de pagar menos por la educación, lo cual hace que no se aprecie el
valor de ésta.
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