Comenzar A Orar
ANTHONY BLOOM
PRESENTACION
A primeros de este año 1980 en que estoy escribiendo informaba yo a un amigo de las últimas
novedades que en el mundo dé la Iglesia y de la cultura había observado en un reciente viaje a París. Y le decía: «Pero lo más curioso es el auge del interés por la oración. «Prier», la revista
exclusivamente dedicada a ese tema, cara, editada en excelente papel y con hermosas
ilustraciones, sigue consolidando su éxito. Me hablan de una cifra de suscripciones, 40.000,
que parecería fantástica si no fuera tan de fiar la fuente de la que procede la noticia. Una visita hecha con calma a «La procure» (la mejor librería religiosa de París) confirma esa impresión.
Las series francesas de fascículos monográficos han dedicado alguno a la oración. Y abundan
los libros de todo formato, orientación y precio consagrados al tema. Es increíble este interés
por el más puro de los temas religiosos, sin implicación alguna de orden político, social o
cultural)). No lo decía entonces, pero ahora tendría que añadir que esa inquietud tiene ya manifestaciones tan curiosas como la búsqueda de métodos de oración no cristianos,
búsqueda que si es cierto que puede atribuirse al complejo de inferioridad que ahora tenemos
los católicos (cualquier cosa de fuera» es mejor que las nuestras), no deja también de reflejar
un interés por el tema que no se detiene en los cauces tradicionales y llega hasta los límites de lo más fronterizo o discutible.
Una manifestación más de esa inquietud por la oración, del deseo de aprender a practicar la
oración, la tenemos en este libro que nos llega después de haber sido editado catorce veces
ya, entre 1970 y 1980, en Londres. Es decir, a más de una edición por año, y no hechas en un
país que viva tradicionalmente su cristianismo, sino en uno muy trabajado por la secularización y la llegada de grandes masas a la triste fase del postcristianismo. Un libro que durante diez
años se vende a ese ritmo, sin concesión alguna a lo escandaloso, a lo político o a lo estridente,
supone que el autor ha tenido acierto al elegir un tema muy actual y al desarrollarlo.
Y, sin embargo, como pronto va a comprobar el lector, el libro es sencillísimo. No encontrará páginas dedicadas a temas metafísicos o de alta especulación teológica. Antes al contrario, le
chocará más de una vez la sencillez «doméstica», el carácter absolutamente práctico, con una
practicidad inmediata, de las cosas que aquí se le sugieren. Se lee sin dificultad, justamente
porque el autor ha querido evitar disquisiciones. Ante sus ojos está un hombre de hoy, a quien la civilización audiovisual y los métodos modernos de enseñanza han incapacitado casi para
seguir el curso de una serie de ideas abstractas. Pero que no por eso deja de sentir el deseo de
alejarse de las bajas realidades de la sociedad que le rodea, elevándose al puro mundo de la
oración.
Hay llamamientos a no mirar al reloj, a no apurarse por la aparente esterilidad de los esfuerzos que se hacen, porque la «eficacia» que el hombre moderno pide a quien hace otras cosas no
puede aplicarse a la oración más qué por unos caminos que no son susceptibles de
comprobación econométrica. Quien ora nunca pierde su tiempo, pero no hay instrumento que
pueda medir lo que ha conseguido. Excede a la experiencia inmediata.
En el libro confluyen experiencias y talantes diversos. El autor habla partiendo de su experiencia personal, de hijo de emigrados rusos, de médico, de antiguo párroco, de actual
arzobispo. Y lo hace con un talante inglés, puesto de manifiesto, por ejemplo, al tratar de
usted al lector, o en la delicada minucia de algunas de sus observaciones. Pero con un talante
oriental, específicamente ruso, en algunas páginas. Véase, por ejemplo, la glosa que hace del ...
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