COMUNICACIÓN SOCIAL Y TV EN TIEMPOS DE INFLUENZA Desde que la TV nace en 1950 se pensó que sus “funciones” serían las de educar, informar y entretener, así, en ese orden, aunque sin jerarquía o reglas de porcentaje para cada de ellas. Muy pronto en los 60 y fundamentalmente en los 70 se vio que sería precisamente al revés y ahora si con marcas de jerarquía perfectamente definidas: entretener, informar y educar. Hasta 1985, antes de la modificación de las tv’s públicas en el mundo (fundamentalmente europa), las segunda hipotética función de la tv se mantenía incólume y ocupaba una buena parte de la programación televisiva. Pero justamente a mediados de los 80 (con la incorporación de las compañías privadas en los sistemas de televisión estatales) es cuando se da el banderazo oficial de salida al “ficcionamiento de las noticias” y con ello su incorporación definitiva al entretenimiento. La noticia como el producto mejor acabado del espectáculo. Y para muestra veamos: cambio en el tono y ritmo de los reporteros al dar la información (hoy son narradores); imágenes fuera de tiempo real (ralentizadas o aceleradas); filtros de color; transiciones con efectos digitalizados; elipsis y estructuras narrativas con vueltas en el tiempo como el flasback o el forward; encuadres que muestran composiciones tan cargadas de contenido capaces de editorializar en una mirada; angulaciones con ubicuidad trascendente, es decir, por arriba, o por debajo de lo que nuestros ojos encuentran en el horizonte objetivo al presenciar un hecho y; por supuesto la fragmentación que supone el observar la realidad a través de una lente. Todas estas, marcas de la ficción que hoy consumimos cotidianamente en las piezas informativas de los noticiarios de tv, la cadena de que se trate, nos dan una Información verosímil pero no verdadera. Si a ello agregamos la falta de claridad en los datos sobre el fenómeno mismo, provocado por las autoridades y sus “voceros”, pues además de no verdadera, resulta también inverosímil. El resultado es entonces un desastre en la comunicación social. La política mira por el bien común. Los políticos son los ejecutivos (porque deben ejecutar), las estrategias para lograr ese bien común. ¿Pero qué es lo que hemos vistos en tiempos de emergencia sanitaria? Temor de las autoridades por dejar al descubierto que no se cuenta con la infraestructura necesaria para realizar pruebas y confirmaciones de ciertos casos; la consecuente dependencia de otros países para tener la certeza de nuestros males; negligencia en la aplicación de recursos para el desarrollo e investigación y más aun en la prevención; retraso y manipulación burocrática para declarar una emergencia; develar la evidencia de que no contamos con medicamentos y centros de salud para atender una epidemia, etc., etc. Es decir, fallas en el diseño de políticas en salud pública y fallas de los políticos para ejecutar las políticas locales que pudieran enunciarse en las leyes y reglamentos al respecto, así como aquellas de carácter internacional que dicta la OMS. Sin políticas, sin políticos y sin administradores públicos en general, la autoridad se muestra con miedo de fracasar, de ser exhibida y con miedo de no haber tomado decisiones en su momento para esta u otra emergencia que se presente. Con miedo de dejar clarísimo que en verdad el gobierno le ha hecho brecha a un Estado fallido. Una autoridad con miedo falsea la realidad, el medio de comunicación la ficciona y la audiencia simplemente la consume.
René Ramos Palacios/FCPyS
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Este es el panorama de un proceso de comunicación (social) lastimado y lastimoso, muy alejado de ser in‐ formativo y que ayude a la prevención. ...
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