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Hace tiempo que persigo el sueño de participar en un concurso de “atrevidos” noveles jugando a ser escritores ... construyendo historias sin muchas pretensiones y no más largas de 100 paginas,premiadas con 5000 Euros para el ganador.

En su día pensé que esta aventura me obligaría a recuperar la disciplina diaria que he ido perdiendo poco a poco desde que no trabajo en una oficina.

Desdeentonces, y casi cada tarde, me he sentado aquí frente al ordenador ... y a esta ventana y he imaginado docenas de historias y de posibles personajes .... Pero hoy saturada de mi propia incapacidadpara imaginar algo que no tuviera nada que ver con mi vida, lo cual consideraba injusto ... además de vulgar, me he puesto a pensar precisamente en ella ....

Y esta es la historia más apasionanteque sabría escribir... mi propia historia. Sentada sobre lo rutinario de cada uno de mis días y lo apasionante, realmente, que significa simplemente vivir.Me arrodillé a la cabecera de su cama y alineé mi cabeza junto a la suya a fin de que me escuchara mejor y mientras le hablara me envolviera su olor y su temperatura. Sus bocanadas para tomar airecada vez se espaciaban más, dejándome perpleja entre la última y la siguiente. Las palabras no dejaron de brotar de mi boca – como si de una oración aprendida se tratara – para decirle lo que en aquelmomento creí le daría paz y le mostraría lo mucho que la quería… para mostrarle la luz. En uno de sus intentos por respirar apretó los labios y ya no los volvió abrir. Mi madre murió a la una de lamadrugada de un día cualquiera, mientras el mundo seguía rodando con todo lo que contiene.

En días posteriores, me reproché a mi misma el haberme atribuido el derecho a decirle todo lo que lesusurré mientras se moría y desde entonces le pedí perdón cada día por mi atrevimiento, durante mucho, mucho tiempo.

Ahora sé que si existe algo sagrado en la vida de una persona, en algún momento,...