Cristina Bajo

Páginas: 17 (4044 palabras) Publicado: 6 de marzo de 2013
1 CRISTINA BAJO)

Algo alejada de la casa que Martín Liendo les había conseguido, se encontraba otra, en mal estado y casi en ruinas, distante de las casonas de abolengo, pero todavía lejos del rancherío que circundaba la ciudad.

La casa había llamado la atención de doña Ana de Burgos, la joven esposa del comerciante en tapices y artículos suntuarios, Jaime Duárez de Ludueña.

Españoles deorigen, habían oído decir, al llegar al Río de la Plata, que las ciudades del Tucumán, con menos competencia entre contrabandistas y comerciantes, sin una línea costera plagada de fondeaderos para subrepticias transacciones, eran más seguras a la hora de acumular ganancias. “Eso”, dijo su tío a Jaime, “si de veras quieres trabajar, tener una posición sólida, y establecerte, y no hacer dinerorápido y largarte de este agujero que son las Indias”.

Su primo, un joven amante de filosofías y teologías, que soñaba con estudiar en la Universidad Jesuítica de Córdoba, les dijo que allí el clima era estimulante, que había montañas y pequeños ríos. “No es difícil adquirir tierras y con las escrituras en las manos, tienes la posibilidad de vincularte con las mejores familias del lugar. ¿Sabes quéproducen los campos? ¿Sabes cuántas mulas, caballos vacas y ovejas crían los ignacianos en sus estancias? Miles y miles. Es la moneda más fuerte de estas colonias. Aquí no hay oro ni plata, pero una mula cuesta casi tanto como un Angola”.

Jaime visualizó miles y miles de esclavos a punto de venderse, y no lo pensó más.

El viaje en carreta fue duro, pero cuando llegaron a la ciudad, Anaadmiró las iglesias y sus torres, el sol que brillaba sobre un cielo bruñido como espejo de plata azul, la solidez de las casas, la blancura de los muros enjalbegados, el suelo de las calles enarenado y muelle al pie.

Ya se habían mandado noticias de su arribo y Martín Liendo les dio morada; y mientras descansaban y recibían visitas llenas de curiosidad, Jaime pudo captar el interés de los vecinos enlas obras de arte, en muebles finos, en cristalería tallada, en tapetes para estrados y salas, en doseles de terciopelo o brocado ribeteados de orifrés. Todo se traía de lejos, y se demoraba en tomar posesión de las cosas, que a veces no resultaban lo que uno había pedido. ¡Cómo sería tener un buen comercio que expusiera sus artículos, que pudieran tocarse para constatar su calidad!

Mientrasse acondicionaba una propiedad con un salón de dos puertas que dieran al cruce de las calles, que serviría de local comercial, fueron a parar, por no molestar más a los Liendo, a la casa de la viuda de Pacheco de Guevara, que vivía con una hija de crianza, una jovencita bella y tierna, con unos ojos risueños y unas manos de hada para fabricar dulcería de aldea.

Jaime apenas la había mirado, peroAna, inquieta, imaginativa y nerviosa, se había sentido irresistiblemente atraída por ella; la serenidad de Gabriela la atrapaba en sus redes, conteniéndola.

En la casa de la viuda, apenas si había dos criadas, así que muchas veces Ana se asomaba a los fogones –cocinaban al aire libre, bajo una especie de arco que, cuando llovía, resguardaba el fuego pero no a la cocinera–, y la jovencita,mientras revolvía el azucarado y sacaba las nueces confitadas de él, la instaba a acompañarla, incluso a ayudarla.

Ana, romántica, le preguntaba si tenía prometido, si deseaba casarse.

–Prometido no tengo, y es difícil que llegue a tenerlo; nadie sabe quiénes son mis ancestros, y es dudoso que herede algo: doña Micaela, mi madre de crianza, no tiene, que se sepa, tesoros guardados adentro delos muros.

–Pero lindeza no te falta –dijo Ana.

–En estas tierras eso no es suficiente. El linaje o el dinero compensan la fealdad o la viejura.

Y haciéndole probar una pizca del tocino del cielo que preparaba para los Liendo, dijo con optimismo:

–Me quedará en herencia la casa y unas chacras en las afueras. Y este arte mío de cocinar dulzuras. Otras no han tenido tanta suerte....
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