Cuento El Auto De Mis Sueños

El auto de mis sueños
Asesor de Empresas
Recuerdo que el día en que todo comenzó me encontraba en reunión con mi jefe y otros colegas de la oficina. De pronto entró la secretaria con un fax en la mano y se lo pasó al jefe. Este, con solo leer el remitente del documento, me miró y me dijo: “vas a tener que viajar” y me pasó el fax. Pude darme cuenta que se trataba de una invitación para asistira un taller de trabajo que duraba dos días la próxima semana en Iquique. Me alegré porque significaba que iría con todos los gastos pagados. “Ningún problema, jefe”, le dije, y seguimos tratando los temas de la reunión. Cuando esta terminó ya era la una y media de la tarde y mientras me alistaba para retirarme a almorzar a mi casa, el jefe me hizo una seña para que me quedara un rato. Me dijo:“quiero encargarte algo, campeón, vamos a almorzar juntos y te lo cuento”. “Ah, entonces voy a tener que avisarle a mi señora para que le eche más agua al caldo”, comenté, y el jefe de inmediato me aclaró que él me estaba invitando a almorzar a un restaurante del centro. “Ah –respondí aliviado- entonces igual llamo a mi señora para que me guarde la langosta para la cena”.

El jefe era un gorditosimpaticón, un hombre amable y bonachón, tenía por lema “bien vestido, bien recibido”, por lo tanto casi siempre llevaba puesto una chaqueta, incluso hasta cuando iba a la playa, la que combinaba con distintos pantalones. Aquella vez no era la excepción. Vestía un pantalón gris con su chaqueta azul y corbata roja. Los zapatos eran unos mocasines de cuero trenzado color café. Al mirarlo bien, a vecesyo tenía la impresión de estar frente a un espejo.
Mientras saboreaba el menú, el jefe me contaba lo de siempre, que las relaciones con la patrona no andaban muy bien, que cada vez quería mandar más y que no sabía cómo frenarla. Yo, que me conocía el cuento de memoria, sólo tenía que llevarle el amén y, de vez en cuando, agregar: “bien hecho, jefe”. De pronto, me desliza el encargo: “Es unasorpresa, campeón, ella no sabe el regalo que le voy a tener para la próxima semana, en realidad, nadie sabe, sólo tú. Espero que no lo comentes con nadie”. Saca la cartola de su cuenta corriente personal y me muestra el saldo. “¿Entiendes?”, me pregunta. Trago un poco de saliva y respondo: “Me queda claro que hay platas, ahora cuénteme qué hay que hacer”. Me dice que la idea es que yo aproveche elviaje a Iquique la próxima semana y pase a comprarle un auto para la patrona y me muestra un catálogo con el modelo que le interesa, un modelo del año. El jefe ganaba como un cincuenta por ciento más que yo, pero parece que le sobraba la plata mientras que yo andaba con lo justo para el mes.

El jefe confiaba en mí, y yo siempre había respondido a su confianza. Llevábamos más de siete añostrabajando juntos. Yo, un hombre común y silvestre, quitado de bulla, de genio apacible y humilde de corazón. El, un tipo jovial y vehemente, inteligente, calculador y perseverante. Habíamos estudiado la misma carrera en la universidad: ingeniería de ejecución en administración de empresas con mención en control de gestión. Se casó con la patrona apenas terminó los estudios y yo con la hermana de lapatrona, pero algunos años después. Acostumbraba a dejarme encargada su casa cuando se iba de vacaciones y siempre me pedía que lo representara en lugares donde lo invitaban y no quería ir.

De vuelta en la oficina, pensé en mi auto. Lo compré usado y ya tenía unos 12 años, necesitaba un mantenimiento urgente para poder pasar la revisión técnica o un reemplazo, pero esto último ni hablar, porque lasfinanzas no me alcanzaban. Lo que pasa es que privilegié la casa, la compré, la amplié y la dejé como nueva. El cambio de auto quedó postergado hasta salir de todas las deudas. Sería maravilloso si el auto que pasaría a comprar a Iquique fuera para mí, pero eso estaba muy lejano. Desde siempre, yo había tenido un modelo en mente que era el auto de mis sueños.

Poco antes de viajar a Iquique,...