Cuentos Faltantes De Rafael De Alba

Páginas: 11 (2701 palabras) Publicado: 30 de septiembre de 2015
María, de Jorge Isaacs

Tomaban café cuando el periodista desenvainó la espada, o lo que fue igual, sacó del bolsillo de su levita un número de La Violeta, semanario de literatura y variedades, desdoblólo y leyó: Guardo en el estante honrado de mi biblioteca, que diría el Duque Job, junto a los cuentos de Dickens y la Magdalena de Sandeau, un ejemplar de la María de Isaacs, de ese libro en cuyashojas han caído las lágrimas de dos generaciones. Las mías también, abundantes y dulces, bañaron en otros tiempos las líneas de ese poema. Con religiosa compostura las leí mil veces, allá en los años felices y ya remotos en que Lamartine era mi ídolo y Graziella y Rafael mis libros predilectos.

Hoy todavía, cuando abro, no sin emoción, el viejo volumen e intento, en su lectura, recordar miniñez, la vista se me nubla y ante mis ojos humedecidos tórnanse los renglones manchas borrosas e indecisas. Y es que, a pesar de mis aficiones naturalistas y de mis gustos por lo moderno, aún tengo huellas de la locura de mi infancia. Raspad al ruso y aparecerá el cosaco; entre nosotros quitad a los amantes de las letras el barniz decadente de impresionismo o dd realismo que los cubre, y hallaréisal romántico. No lo pueden evitar, ni lo evité yo. Nací cuando Plaza era un genio y Espronceda un dios. Me crié entre las pálidas heroínas del poeta de las Meditaciones, con Dean también, con Deruchette y con Fantina. María, sobre todo, fue mi amada. Y de este amor es del que voy a hablaros refiriéndome breve, rápidamente, la historia de mi crimen. De mi crimen, digo, porque uno cometí y nefando, eIsaacs y su María fueron mis cómplices.

Es, pues, el caso, que fui a pasar en cierta vez mis vacaciones a una hacienda. En ella, a las sombras de los sauces del río, leí la María y aprendí de memoria el Idilio de Núñez de Arce. Un día el dueño de la finca inmediata vino a visitarnos y nos presentó a su hija. Y aquí fue ello; surgió ésta ante mis ojos, y con sus gracias pastoriles, su timidez decampesina y su vestido de percal claro y vaporoso, antojóseme una María y me cautivó.

La amé con la pasión frenética y ardiente que de jóvenes sentimos por las damas de las novelas preferidas, con ese amor que nos hace ver a una Margarita Gautier en cada infeliz que cruza nuestra senda.

Obtuve su cariño –no me costó grandes esfuerzos alcanzarlo- y plagié al insigne vate de Colombia. Porfortuna para mis contemporáneos, no lo plagié escribiendo otro libro, sino haciendo de mi vida la copia fiel de su novela.

Cacerías en las quebradas de los montes; paseos a caballo con ella para asistir a bodas de gañanes; entrevistas en el jardín de su casa, rústico y umbroso; presentimientos de muerte; aves negras; el recuerdo de los estudios que aún me quedaban por hacer, cerniéndose como amenazainevitable sobre nuestras cabezas; nada, nada faltó a nuestro idilio. ¡Vaya, hasta tuve un perro, al que, no obstante llamarse Coyote, puse Mayo en memoria del otro!

Ella era blanca, rubia, esbelta; padecía del mal incurable y hereditario de la novia de Efraín, y sus continuas dolencias cubrían su frente pálida con nubes de constante tristeza. Su carácter, debido a esto, era melancólico y dulce.Previendo su fin próximo, consideraba la tierra como estancia de paso y apenas sí percibía sus cosas. ¿Qué le importaban detalles, escenas y figuras que sus ojos no veían sino por un instante, debiendo en breve cerrarse a la luz de aquí abajo?

Empero, no quería irse de este mundo sin haber probado alguno de sus goces; ave viajera, antes de que el invierno la expulsase a otros climas, queríacalentándose al sol, embriagarse con la esencia de las corolas. Por eso, sedienta de amor -¿no han dicho que el amor es perfume, la miel de las flores del alma?- juzgándolas sinceras, acogió agradecida mis palabras. Y fuimos felices algunos días.

Luego tuvimos que dejar el campo; en el pueblo humilde3 y ramplón, a pesar de su título de ciudad, en que su familia y la mía residían de ordinario, la...
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