decameron

CUENTO I: SOBRE LA LLEGADA DE LOS HOMBRES
Y EL ENCUENTRO CON DREBEIN
Fueron los hombres, aquellos, de cabellos ondulados, los que desde una ribera muy remota cruzaron el viejo piélago a bordo de maltrechas barcas sin distinción o blasón alguno. Fue entonces cuando tocaron con sus quebradizas proas las costas empedradas de Contor, la costa de verdosas aguas.
Aquellos hombres lanzaron oracionesante los Altos Jueces, y mientras amarraban con cuerdas sus muchos barcos, bendijeron por siempre aquellos fríos granos de arena. Rápidamente los hombres desembarcaron a las mujeres de hermosas trenzas y tersas pieles, así como a sus niños, quienes buscaron las hermosas conchas, y corretearon luego a los escurridizos cangrejos de azulada coraza y blanca carne. Luego bajaron a sus viejos, loscuales se hincaron en aquellas playas, y dieron gracias por el venerable viaje que les permitiría morir en tan ricas tierras.
Los hombres de las Costas Cálidas desembarcaron sus muchas especias y semillas, recordatorios de los bosques que habían abandonado más allá de las interminables aguas. Todos cargaron sobre sus anchas espaldas los pesados sacos, y los trasladaron hasta los lugares donde la mareano podría corromperlos. Después bajaron sus jaulas, las que contenían a los animales de su tierra, y las aves de sus cielos. Entre su variedad de ganado, se contaban vacas de cabello largo y cuernos rizados, cabras moteadas de ubres llenas, gallinas de plumaje blanco y piel oscura, aves del paraíso, faisanes azules, palomas de corral, y caballos de noble galopar.
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Después de descargar lasvelas de sus botes, las esparcieron sobre las arenas de Contor, y al sol sobre ellas secaron sus frutas y raíces. Mientras hacían esto, convirtieron sus toscas barcas en carretas y carruajes para buscar parajes más frescos y alejados de la tosca arena, de los molestos crustáceos, y de las brisas del mar.
Eran veintidós las carretas que habían llenado, y atrás dejaron las costas de Contor paraadentrarse en la maleza y los infortunados caminos. Las ruedas de aquellas pudieron aguantar su traqueteo entre bosques de sauce y los campos de cicuta; hasta poder llegar a la ribera de río Adril, donde de sus aguas extrajeron muchos salmones de escamas gruesas, pues eran aquellos hombres muy gustosos de la blanca carne de los dulces ríos.
Luego de cruzar el Adril, sus carretas fueron acogidas por lasaltas copas del bosque de los Alisos Negros, en donde el soplo del viento producía en ellos melodías de llanto. Y a su salida los hombres contemplaron las vastas sabanas de Arre, y en ellas descansaron sus pasos, y abastecieron sus barriles de alimento y de agua. Durante seis amaneceres el suave caminar de los campos planos los acompañó. Al sexto día sus pisadas se empinaron, los pastos seengrosaron y las brumas abrazaron su estancia mientras subían por las laderas de Magdem, el monte de las muchas nacientes, pues de sus entrañas nacían muchos ríos y riachuelos de las tierras bajas, entre los cuales se incluía el mismo Adril, el de muchas piedras.
Por fin, los hombres lograron pasar aquel coloso, mas muchas de sus carretas quedaron atrás, así como muchos de sus enfermos, quienes fueronenterrados ahí. De esta manera, se aventuraron en Oldem, otro macizo, cual mermaba los vientos fuertes entre sus cúspides, lo que permitía descansar en sus anchas. Fue pues, muy placido también el paso de los
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hombres por las faldas del Oldem, en donde por primera vez sus bocas degustaron de las bayas rojas, de dulce pulpa, las que crecían sobre su paso.
Mucho más grato fue el viaje por Oldemque por Magdem, y en buena condición pasaron sus cosas, animales y su gente. Sin embargo, ante sus miradas ahora se reflejaba imponente Hildem, el de densas brumas. Hildem era el mayor y más violento de sus hermanos, pues poseía riscos muy inestables, y la neblina que cubría sus faldas escondía traicioneramente sus peligros. Muchas aflicciones pasaron por aquellos parajes, muchas vidas se...