Deleuze 1

Deleuze
1. La intensidad de la filosofía
El nombre propio

Cuando iniciamos nuestro libro con Sócrates aclaramos que no pretendíamos ir detrás del “Sócrates verdadero” sino que, por el contrario, íbamos a quedarnos en el terreno del “Sócrates personaje”. Nuestra decisión se amparaba en las complicaciones incluidas en el “problema socrático”. Deleuze (y antes que él, Nietzsche) nos enseña que lasituación planteada en torno a Sócrates bien podría suscitarse con cualquier otro filósofo (o, en realidad, con cualquier persona).
¿De quién hablamos, cuando hablamos de Deleuze? Sabemos que hubo un Gilles Deleuze “de carne y hueso”, con sus sueños, sus miedos, sus alegrías. En realidad, creemos que existió ese Deleuze. Porque, en rigor, nadie –ni él mismo- pudo acceder jamás a ese Deleuze“real”, situado más allá del lenguaje. Siempre quedamos del lado de la interpretación, incluso en las consideraciones que podamos hacer de nosotros mismos.
Aún así, podríamos concentrarnos en el “Deleuze biológico”. Pero resulta claro que no es ese Deleuze el que nos interesa aquí. Quizá ese haya sido el que demandó la atención de los médicos durante sus últimos años de vida. O el de sus familiares máscercanos. Lo que al resto de las personas –y, probablemente, de un modo muy especial, a él mismo- les interesaba era el Deleuze filósofo. El hombre de la voz ronca, interrumpida por toses secas, de cabellera irregular y uñas largas que hablaba inclinado hacia adelante, rodeado siempre de multitudes de discípulos, como si estuviera construyendo un universo particular con sus palabras. El Deleuze queescribió textos maravillosos, que tuvo una muy particular relación de amistad con Foucault y con Guattari.
Con Spinoza hemos visto la inconveniencia de considerar a las cosas de modo aislado. Cada cosa singular puede lo que puede en función de aquello con lo que se conecta. En Nietzsche vimos que la multiplicidad de fuerzas que compone a cada ser viviente puede ser interpretada como voluntad depoder. Con Deleuze llegamos a la idea de que cada uno de nosotros es un campo de intensidades; una zona de encuentro de corrientes que circulan en relación con los otros; una constelación de fuentes de las que emanan nuevos flujos (de pensamiento, de miradas, de deseo). A Deleuze (como a cualquiera de nosotros en nuestra propia medida) se puede aplicar lo que él veía de un modo evidente enFoucault:

“nunca se le contemplaba exactamente como a una persona. Incluso en algunas ocasiones intrascendentes, cuando entraba en una habitación, se producía como un cambio de atmósfera, una especie de acontecimiento, un campo eléctrico o magnético (...). Era un conjunto de intensidades”1.
Deleuze es, entonces, el nombre que le damos a un personaje que empleamos aquí para expresar algunas ideas, paraponer en juego cierto modo de pensar, cierta posición dentro de la filosofía. Este Deleuze es el que surge de nuestras propias lecturas, de conversaciones que hemos tenido sobre él con ciertos amigos, de clases a las que hemos asistido. Y, en el caso particular de aquellos que formamos en este preciso momento una “composición spinoziana” en la que se encuentran un lector allí, del otro lado de estapágina, y un autor aquí, de este lado del teclado, nuestro Deleuze –el tuyo y el mío- surge, en gran medida, del recorrido que hemos hecho a través de las páginas anteriores. En él resuenan potentemente las voces de Sócrates, Epicuro, Nietzsche y Spinoza.

Ese Deleuze ha sido, a su vez, atravesado por sus lecturas, por sus trabajos con otros, por sus amistades. Entre esos otros, Foucault ocupa unlugar especial. Deleuze sentía una profunda admiración por él. Pero sus intensos deseos de que escribieran algo conjuntamente no se vieron satisfechos, más allá de alguna entrevista compartida.

Con quien sí logró Deleuze alcanzar la ansiada composición de tipo spinoziana-nietzscheana fue con Félix Guattari. La Introducción a Mil Mesetas comienza con las siguientes palabras:

“El Anti -...