Donde residen los valientes

Donde residen los valientes!, (Habìa una vez un mundo escondido en las cordilleras). De Àngeles Lezcano

Recuerdo en cada verano, las siestas de lluvias escasas, allá en Malargüe. De vientos que rompìan los silencios del viejo viñedo. De lluvias escasas que dejaban fecundos los terrenos para la vid, y traían cierto olor a azufre en el aire, tantas veces bajo un sol de fuego. Mi niñez con elabuelo.
Don Carlos nació en Italia, junto con el siglo XX. Sus padres lo trajeron de muy niño a estas tierras, atraídos como tantos otros inmigrantes, por una nación joven recién centenaria. Así desembarco en Buenos Aires y se hizo porteño. Al morir su madre, lo llevó el padre a trabajar al campo, allá en San Rafael.
De buenos Aires a Mendoza, casi muchacho cuando el mundo entraba en guerra; laprimera guerra en el catorce. Fue un viaje tan largo que no podía contar las leguas que lo separaban de sus amigos y sentía tanta nostalgia de Buenos Aires. La lejana Buenos Aires, donde no hay vientos tan secos que a veces te cortan la cara, ni lluvias escasas ni soles de fuego, ni crecen las uvas más dulces del mundo.
Cambió el adoquinado por caminos hechos de entrañas de cordillera, con ocrey parduzca piedra partida; areniscas que en caprichosas y a veces rítmicas danzas, el viento traslada de un lado a otro. Contaba el abuelo las tantas veces repetidas historias de su infancia,las expediciones con su padre, largas caminatas por los mallines, buscando los senderitos más secos para que la tramposa agua no le mojara los pies, o el bajar por la picada y encontrarse una dolina. Se podíasentir lo finito y gris blanquecino de la arena volcánica de las tapaderas. Su infancia de aventuras con los amigos del lugar, sus amigos mapuches y las escaladas intentando hacer cima. Sus recorridos por el “cementerio de volcanes” como él llamaba a La Payunia, donde se encuentra como un gigante hormiguero emergiendo soberbio, solitario en medio de una planicie casi inerte el Payùn Matrù,conteniendo en el interior de su chimenea un espejo de agua que refleja el celeste intenso de un repistinado cielo que lo custodia. Y entre ellas, las historias fantásticas de seres fabulosos de aquel lugar tan prohibido para mí, en ésa época, donde no todos llegaban ni todos volvìan. Un mágico lugar repleto de abismos, de vientos que golpean que empujan y tumban, de tremores volcánicos, de fríos quehacen helar hasta los huesos, de torrentes de aguas que bajan apresuradas del deshielo, de animales salvajes, del zorro gris, de los guanacos, de los cóndores y los pumas.
El abuelo nunca fue joven, siempre fue un hombre viejo, de ojos compasivos, andar cansino, de gestos rudos y manos callosas. De voz entrañable. Fumaba mucho y sólo dejaba de hacerlo cuando llegaba algún viento, de esos quetumban, y traen olor a lluvia, y la lluvia olor a azufre y el olor a uvas.
Junto a su padre trabajó la tierra, luego fue puestero y por muchos años arreaba los animales de invernadas a veranadas por caminos serpenteantes al costado del río Grande y allí conoció volcanes humeantes. Estuvo ahí allá por el treinta y dos cuando las cenizas del Quizapu taparon su casa siempre tan pobre, y todo el pasto enlas vegas, y mató a casi todos sus animales. Debió lidiar con ello, y se quedó. También vio no llover por mucho tiempo hasta que la tierra se partía de agrietada.

Jamás vi llorar al abuelo!. Pero no todos los tiempos fueron malos, tuvo una familia que lo acompañó en sus luchas, una mujer que lo amó, como sólo aman las mendocinas cordilleranas, una criolla de ley!. Y vio crecer la vid,aumentar sus rebaños, y vio crecer sus hijos. El abuelo fue feliz cuando podía.
En esas tierras que tanto amaba enterró tres hijos, enterró a su mujer y vio partir a los que aùn quedaban. Cuando la miseria acecha, pocos se quedan a hacerle frente.

Jamás quiso enseñarme a trabajar la tierra, o a críar los animales. "Carlitos, vos tenés que salir de aquí a conquistar el mundo" repetía. Pero mi...