El Caudillo
Se dirá: ¡No puede ser joven, ni buen mozo, ni fino, ni elegante, ni culto, ni amable, niespiritual, semejante bellaco! Empero, no tenemos más remedio que resignarnos a conceder a João Francisco Pereyra de Souza, la atenuante de ciertos adornos físicos y morales. ¿Cómo es, en resumen?Imaginaos al coronel Ricchieri, o a cualquier otro militar nuestro tan arrogante pero más esbelto, que use como él barba y perilla renegridas, aunque más discretamente proporcionadas; que vistauniformes modernos con mundano desempacho; ni muy alto ni muy bajo: de gesto apacible; graduado por la expresión sonriente, un tanto aduladora, de los labios; nariz perfectamente perfilada; ojos muy negros,curioseando a través de unas pestañas que se dirían "crayonadas" por un Moussion cualquiera; afeminadlo un poco más, suponiéndole manos pequeñas, suaves, devotamente cuidadas, y, en la tez,pigmentaciones de mujeril sonrojo y, toque más o menos, tendréis al caudillo en pinta.
Complementan estas exterioridades, la más correcta desenvoltura de modales, la fuerza y pulcritud de la dicción, amoldadala voz a las blanduras del idioma portugués, tan melodioso.
No es verboso, pero no hace que le arranquen las palabras con sacacorchos. Se expresa como persona de buen tono, sencilla, agradable,fluidamente, aunque a veces incursione por su conversación el orador un poco ampuloso que todos los brasileños llevan dentro, y hasta el erudito, traducido en citas no siempre vulgares.
Para consuelo...
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