El Cementerio De Praga-Umberto Eco

Páginas: 543 (135710 palabras) Publicado: 18 de abril de 2012
UMBERTO ECO

EL CEMENTERIO DE PRAGA

Traducción de
Helena Lozano Miralles
… Puesto que los episodios también son necesarios, es más, constituyen la parte principal de un relato
histórico, hemos introducido el ajusticiamiento de cien ci udadanos llevados a la horca en la plaza pública,
la de dos frailes quemados vivos, la aparición de un cometa, descripciones todas ellas que valen las decien
torneos, y que tienen la virtud de desviar sobremanera la mente del lector del hecho principal.
CARLO TENCA, La ca’ dei cani

1
El viandante que esa gris mañana
El viandante que esa gris mañana de marzo de 1897 hubiera cruzado, a sabiendas de lo que hacía, la place
Maubert, o la Maub, como la llamaban los maleantes (antaño, en la Edad Media, cent ro de vida
universitaria, cuandoacogía la algarabía de estudiantes que frecuentaban la Facultad de las Artes en e l
Vicus Stramineus o rue du Fouarre y, más tarde, emplazamiento de la ejecución capital de apóstoles del
librepensamiento como Étienne Dolet), se habría encontrado en uno de los pocos lugares de París
exonerado de los derribos del barón Haussmann, entre una maraña de callejones apestosos, cortados en
dos sectorespor el curso del Bièvre, que en esa zona todavía emergía de las entrañas de la met rópolis a las
que fuera relegado desde hacía tiempo, para arrojarse con estertores febriles y verminosos en el
cercanísimo Sena. De la place Maubert, ya desfigurada por el boulevard Saint -Germain, salía una telaraña
de callejas como rue Maître Albert, rue Saint-Séverin, rue Galande, rue de la Bûcherie, rueSaint-Julien-lePauvre, hasta rue de la Huchette, salpicadas de posadas regentadas por auverneses, hoteleros de
legendaria codicia, que pedían un franco por la primera noche y cuarenta céntimos por las si guientes (más
veinte perras si uno también quería una sábana).
Si luego nuestro paseante hubiera embocado la que en el futuro sería la rue Sauton pero que en aquel
entonces seguía siendo rued’Amboise, hacia la mitad de esa calle, entre un burdel camuflad o de brasserie
y una taberna donde se servía, con pésimo vino, un almuerzo de dos perras (en aquella época bastante
barato, pero eso era lo que se podían permitir los estudiantes de la no lejana Sorbona), habría encontrado
un impasse o callejón sin salida, que ya por aquel entonces se llamaba impasse Maubert, pero antes de
1865 se llamabacul-de-sac d’Amboise y aún antes cobijaba un tapis -franc (en el lenguaje del hampa, un
garito, un figón de ínfimo rango, que solía ser regentado por un ex presidiario y lo frecuentaban forzados
recién salidos de gayola) y, además, era tristemente famoso porque en el siglo XVIII amparaba el
laboratorio de tres célebres envenenadoras, a quienes un día hallaron asfixiadas por las exhalaciones delas
sustancias mortales que destilaban en sus hornillos.
En medio de ese callejón pasaba completamente desapercibido el escaparate de un baratillero que un
rótulo descolorido encomiaba como «Brocantage de Qualité»; escaparate apenas transparente por el
polvo espeso que ensuciaba los cristales, que a su vez dejaban ver un sí es no es de los géneros expuestos
en su interior, puesto que cada unode esos cristales era poco más que un cuadrado de veinte centímetros
de lado, unidos por un bastidor de madera.
Junto a ese escaparate, nuestro viandante habría visto una puerta, siempre cerrada, con un letrero, al lado
del cordel de un timbre, que avisaba de que el propietario estaba temporalmente ausente.
Que si luego, como sucedía raramente, se hubiera abierto la puerta, quien hubieraentrado h abría visto a la
incierta luz que iluminaba ese antro, dispuestos en unas pocas estanterías tambaleantes y sobre algunas
mesas igual de inseguras, una congerie de objetos que a primera vista resultaban apetecibles, pero que
tras una inspección más cuidadosa habrían de revelarse completamente inadecuados para cualquier
intercambio comercial, aunque se ofrecieran a precios tan mellados...
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