El Hombre Que Calculaba

Páginas: 9 (2051 palabras) Publicado: 14 de octubre de 2011
APÍTULO 13
En el cual vamos al palacio del califa. Beremís es recibido por el rey. Los poetas y la Amistad. La amistad entre los hombres y la amistad entre los números. Números amigos. El califa elogia al “Hombre que calculaba”. Es exigida en palacio, la presencia de un calígrafo.
 
 
uatro días después, por la mañana, se nos informó que seríamos recibidos en solemne audiencia por el califaAbul-Aabas-Ahmed Al-Motacen Billah, Emir de los Creyentes, Vicario de Alah.
Aquella comunicación, tan grata para cualquier musulmán, fue recibida por Beremís y por mí con verdadera ansiedad.
Era muy posible que el soberano, al oír al sheik Iezid contar alguna de las proezas practicadas por el eximio matemático, tuviese curiosidad por conocer al “Hombre que calculaba”. No se puede explicar de otraforma nuestra presencia en la Corte, entre las figuras de más prestigio de la alta sociedad de Bagdad.
Quedé asombrado al entrar en el palacio del Emir.
Varias arcadas superpuestas, formando curvas armoniosas, y sostenidas por altas y delgadas columnas esculpidas, tenían sus basamentos ornados con finísimos mosaicos. Pude notar que esos mosaicos estaban formados por fragmentos de loza blanca ybermeja, alternando con franjas de estuque.
Los techos de los salones principales eran de color oro y azul; las paredes de todas las habitaciones se presentaban cubiertas de azulejos en relieve, y los pisos eran de mosaico.
Las cortinas, los tapices, los divanes, todo, en fin, cuanto constituía el mobiliario del palacio, demostraba la magnificencia indiscutible de un príncipe de leyenda hindú.Afuera, en los jardines, se notaba la misma pompa, realzada por la mano de la Naturaleza, perfumada por mil aromas diferentes, alfombrada con verde césped, bañada por el río, refrescada por innumerables fuentes de mármol blanco, junto a las cuales un millar de esclavas trabajaban sin cesar.
Fuimos conducidos por un ayudante del visir Ibraim Maluf hasta la Sala de las Audiencias.
Vimos al llegar,al poderoso monarca sentado en riquísimo trono de marfil y terciopelo.
Perturbóme algo la belleza sublime del salón. Todas sus paredes estaban adornadas con inscripciones admirables, hechas por el arte caprichoso de algún calígrafo genial. Las leyendas aparecían, en relieve, sobre fondo azul claro con letra pequeña y roja. Casi todas eran versos de los poetas más famosos de nuestra patria.Jarrones con flores por todas partes, flores deshojadas sobre los cojines, sobre las alfombras, o en bandejas de oro y plata primorosamente cinceladas.
Hermosas y numerosas columnas lucían, airosas, con sus capiteles y basamentos, elegantemente ornadas por el cincel de artistas árabes, que sabían, como ninguno, multiplicar ingeniosamente las figuras geométricas asociadas con flores y hojas de tulipán,azucenas y mil diversas plantas, en una armonía maravillosa de inenarrable belleza.
Se hallaban presentes siete visires, dos jueces, varios doctores y diversos dignatarios de gran prestigio.
Al honrado Maluf correspondía hacer nuestra presentación. En el desempeño de esta misión, el visir, con los codos apoyados en la cintura y las palmas de las manos hacia fuera, habló así:
- Para satisfacertu deseo, rey del tiempo, ordené compareciesen hoy, a esta excelsa audiencia, el calculista Beremís Samir, mi actual secretario, y su amigo Hank-Tade_Madya, auxiliar de escribiente y funcionario de palacio.
- Sean bienvenidos, musulmanes. –respondió con sencillez el sultán-. Admiro a los sabios. Un matemático, bajo el cielo de este país, contará siempre con mi simpatía y, si fuera necesario, conmi decidida protección.
- ¡Alah badie, ya sidi![1] –exclamó Beremís, inclinándose delante del rey y besando, respetuoso, la tierra entre las manos[2].
Quedé inmóvil, la cabeza inclinada, los brazos cruzados, pues no habiendo sido aludido en los elogios por el soberano, no podía tener el honor de dirigirle el “zalam”.
El hombre que tenía en sus manos el destino del pueblo árabe parecía...
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