El juego de ender
negocios de LF Rothschild por primera vez—. ¿Tienes algún problema con eso, Jordan?
—No — respondí—.Ninguno.
—Bien — dijo con sequedad y sin detener la marcha.
Caminábamos por un laberinto de escritorios de caoba marrón y negros cables telefónicos, en el
piso veintitrés de una torre de vidrio yaluminio de cuarenta y un pisos que se alzaba sobre la
legendaria Quinta Avenida de Manhattan.
La sala de negociaciones era un vasto espacio, de unos quince metros por treinta y cinco. Era unámbito opresivo, atestado de escritorios, teléfonos, monitores de ordenador y yuppies engreídos, unos
setenta en total. Se habían quitado las chaquetas de sus trajes y, a esa hora de la mañana — eran lasnueve y veinte—, estaban reclinados en sus asientos leyendo sus ejemplares del The Wall Street
Journal y felicitándose por ser jóvenes Amos del Universo.
Ser un Amo del Universo me parecía una nobleaspiración. Mientras pasaba frente a los Amos,
enfundado en mi traje azul barato y mis toscos zapatones, descubrí que anhelaba ser uno de ellos. Pero
mi nuevo jefe no tardó en recordarme que no loera.
—Tu trabajo — miró la insignia plástica de mi solapa barata—, Jordan Belfort, es ser un conector,
lo que significa que tendrás que llamar a quinientos números de teléfono al día, tratando desortear a
las secretarias que te atiendan. No debes vender nada, recomendar nada ni crear nada. Lo único que
tienes que lograr es que los dueños de las empresas a las que llamas te atiendan. — Sedetuvo durante
un breve instante antes de escupir más veneno—. Y cuando alguno atienda el teléfono, todo lo que
tienes que decir es: «Hola, señor Fulano de Tal, le paso con Scott». Me pasas el teléfonoy sigues
llamando. ¿Crees que puedes hacerlo, o es demasiado complicado para ti?
—No. Puedo manejarlo — dije en tono confiado, mientras una oleada de pánico del tamaño de un
tsunami asesino me...
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