el profesor

Páginas: 11 (2678 palabras) Publicado: 27 de noviembre de 2013
Tarea#1:
Comente por escrito sus criterios sobre el texto trabajado en clases, tomando en consideración la filosofía que expone el autor acerca de su realización personal y las criticas que realiza a la sociedad en que desarrollo su vida como inmigrante.

E l p r o f e s o r
Si yo supiera algo de Sigmund Freud y de psicoanálisis, podría encontrar el origen de mis problemas en midesgraciada infancia en Irlanda. Esa infancia desgraciada me dejó sin autoestima, me produjo ataques de autocompasión, me paralizó las emociones, me volvió cascarrabias, envidioso e irrespetuoso con la autoridad, retrasó mi desarrollo, obstaculizó mis contactos con el sexo opuesto, me impidió triunfar en la vida y casi me incapacitó para el trato humano.

Que llegara a profesor y lo siguiera siendo es unmilagro, y debo ponerme un sobresaliente por haber sobrevivido a todos esos años en las aulas de Nueva York. Deberían instituir una medalla para quienes sobreviven a las infancias desgraciadas y llegan a profesores, y yo debería ser el primero en la cola para la medalla y todos los distintivos que se le pudieran añadir por las desgracias resultantes.

Podría achacar culpas. Una infanciadesgraciada no se produce sin más. La producen. Existen fuerzas oscuras. Si he de achacar culpas, habrá de ser con espíritu de perdón. Por tanto, perdono a todos los siguientes: al papa Pío XII; a los ingleses en general y al rey Jorge VI en particular; al cardenal MacRory, que gobernaba Irlanda cuando yo era niño; al obispo de Limerick, que, según parecía, creía que todo era pecado; a Eamonn de Valera,primer ministro (Taoiseach) y presidente que fue de Irlanda.

El señor De Valera era un medio español fanático del gaélico (estofado irlandés con cebolla española), que encargó a todos los maestros de Irlanda que nos inculcaran la lengua autóctona y nos quitaran la curiosidad a golpes. Nos provocó horas de sufrimiento. Veía con desdén e indiferencia los cardenales que producían las varas delos maestros en nuestros jóvenes cuerpos. También perdono al cura que me expulsó del confesionario cuando le confesé los pecados de la masturbación y los robos de peniques del bolso de mi madre. Dijo que no daba muestras del debido propósito de enmienda, sobre todo en los pecados de la carne. Y aunque era cierto, su negativa a concederme la absolución puso mi alma en tal peligro, que si al salir dela iglesia me hubiera aplastado un camión, él habría sido responsable de mi condenación eterna.

Perdono a diversos maestros brutales que me levantaran del asiento por las patillas, que me vapulearan regularmente con vara, correa y palmeta cuando vacilaba al dar las respuestas del catecismo o cuando no era capaz de dividir mentalmente 937 entre 739.

Mis padres y otras personas mayores medecían que todo era por mi propio bien. Les perdono esas hipocresías galopantes, mientras me pregunto dónde están en estos momentos. ¿En el cielo? ¿En el infierno? ¿En el purgatorio (si es que existe todavía)? Hasta puedo perdonarme a mí mismo, aunque cuando vuelvo la vista atrás a diversas etapas de mi vida suelto un gemido. Qué burro. Qué temores. Qué estupideces. Qué indecisiones eirresoluciones.

Pero después vuelvo a mirar. Me había pasado la infancia y la adolescencia haciendo examen de conciencia y encontrándome en estado perpetuo de pecado. Ésa fue la formación, el lavado de cerebro, el condicionamiento, y desincentivaba los sentimientos de satisfacción con uno mismo, sobre todo entre los miembros de la clase pecadora.

Ahora creo llegado el momento de reconocerme al menos unavirtud: la terquedad. No tiene tanto glamour como la ambición, el talento, el intelecto o el encanto, pero no deja de ser lo único que me sacó adelante a lo largo de los días y las noches.

Scott Fitgerald dijo que en las vidas americanas no hay segundas partes. Sencillamente, no vivió lo suficiente. En mi caso, se equivocó. Durante los treinta años que pasé enseñando en los
instituto de...
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