El Registro

Páginas: 9 (2139 palabras) Publicado: 13 de abril de 2011
La mañana es fría, nebulosa, una fina llovizna empapa los achaparrados matorrales de viejos boldos y litres raquíticos. La abuela, con la falda arremangada y los pies descalzos, camina a toda prisa por el angosto sendero, evitando en lo posible el roce de las ramas, de las cuales se escurren gruesos goterones que horadan el suelo blando y esponjoso del atajo. Aquella senda es un camino pocofrecuentado y solitario que, desviándose de la negra carretera, conduce a una pequeña población distante legua y media del poderoso establecimiento carbonífero, cuyas construcciones aparecen de cuando en cuando por entre los claros del boscaje allá en la lejanía borrosa del horizonte.
A pesar del frío y de la lluvia, el rostro de la viejecilla está empapado en sudor y su respiración es entrecortada yjadeante. En la diestra, apoyado contra el pecho, lleva un paquete cuyo volumen trata de disimular entre los pliegues del raído pañolón de lana.
La abuela es de corta estatura, delgada, seca. Su rostro, lleno de arrugas con ojos oscuros y tristes, tiene una expresión humilde, resignada. Parece muy inquieta y recelosa, y a medida que los árboles disminuyen hácese más visible su temor y sobresalto.Cuando desembocó en la linde del bosque, se detuvo un instante para mirar con atención el espacio descubierto que se extendía delante de ella como una inmensa sábana gris, bajo el cielo pizarroso, casi negro en la dirección del noreste.
La llanura arenosa y estéril estaba desierta. A la derecha, interrumpiendo su monótona uniformidad, alzábanse los blancos muros de los galpones coronados porlas lisas techumbres de zinc relucientes por la lluvia. Y más allá, tocando casi las pesadas nubes, surgía de la enorme chimenea de la mina el negro penacho de humo, retorcido, desmenuzado por las rachas furibundas del septentrión. La anciana, siempre medrosa e inquieta, después de un instante de observación pasó su delgado cuerpo por entre los alambres de la cerca que limitaba por ese lado losterrenos del establecimiento, y se encaminó en línea recta hacia las habitaciones. De vez en cuando se inclinaba y recogía la húmeda chamiza, astillas, ramas, raíces secas desparramadas en la arena, con las que formó un pequeño hacecillo que, atado con un cordel, se colocó en la cabeza.
Con este trofeo hizo su entrada en los corredores, pero las miradas irónicas, las sonrisas y las palabras de doblesentido que le dirigían al pasar, le hicieron ver que el ardid era demasiado conocido y engañaba a los ojos perspicaces de las vecinas.
Pero, segura de la reserva de aquellas buenas gentes, no dio importancia a sus bromas y no se detuvo sino cuando se encontró delante de la puerta de su vivienda. Metió la llave en la cerradura, hizo girar los goznes y una vez adentro corrió el cerrojo.
Despuésde tirar en un rincón el haz de leña y de colocar encima de la cama cuidadosamente el paquete, se despojó del rebozo y lo suspendió de un cordel que atravesaba la estancia a la altura de su cabeza.
En seguida encendió el montoncillo de virutas y de carbón que estaba listo en la chimenea y sentándose al frente en un pequeño banco, esperó.
Una llama brillante se levantó del fogón e iluminó elcuarto en cuyos blancos muros desnudos y fríos se dibujó la sombra angulosa y fantástica de la abuela.
Cuando el calor fue suficiente, puso sobre los hierros la tetera con agua para el mate y yendo hacía la cama desenvolvió el paquete y colocó su contenido, una libra de yerba y otra de azúcar, en un extremo del banco donde ya estaba el pocillo de loza desportillado y la bombilla de lata.
Mientras elfuego chisporrotea la anciana acaricia con sus secos dedos la yerba fina y lustrosa de un hermoso color verde, deleitándose de antemano con la exquisita bebida que su gaznate de golosa está impaciente por saborear.
Sí, hacía ya mucho tiempo que el deseo de paladear un mate de aquella yerba olorosa y fragante era para ella una obsesión, una idea fija de su cerebro de sexagenaria. Pero cuán...
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