El Si De Los Niños

Páginas: 28 (6882 palabras) Publicado: 22 de septiembre de 2011
DICIEMBRE DE 2005

El sí de los niños

POR MARTÍN CAPARRÓS

UN PAÍS OBSESIONADO CON QUE LAS MUJERES LLEGUEN VÍRGENES AL MATRIMONIO ES HOY EL PARAÍSO DE LOS PEDERASTAS DE NIÑOS. HACE UNOS AÑOS, EL AUTOR DE VALFIERNO VIAJÓ A SRI LANKA PARA DESCUBRIR UN NEGOCIO QUE EN TODO EL MUNDO MUEVE UNOS CINCO MIL MILLONES DE DÓLARES AL AÑO. ¿ALGUIEN SABE POR QUÉ LOS PEDÓFILOS SE VUELVEN PEDÓFILOS?—¿Así que todavía no conoces a Yohan? Ah, pero es maravilloso. Maravilloso. Tal vez, si me da un ataque de bondad, mañana te lo paso y vas a ver.

Bert tiene cuarenta y nueve años, y sus dos hijos ya están en la universidad. Su señora se ocupa de la casa donde viven, cerca de Düsseldorf, y parece que desde que los chicos se fueron ella se aburre un poco, aunque Bert dice que él siempre le dio lo mejory que no tiene de qué quejarse, y debe ser cierto. Bert usa esos anteojos de marco finísimo y unos labios muy finos y una sonrisa fina de óptico germano al que uno le entregaría los ojos sin temores. Bert tiene el pelo corto, muy prolijo, y una vida intachable. Sólo que, en cuanto puede, una o dos veces por año, cuando la empresa óptica donde trabaja lo manda a la India, Bert viene a darse unavuelta por Sri Lanka, el centro mundial de la prostitución de chicos. El resto de sus días es un ciudadano modelo, y vive del recuerdo:

—Pero si supiera que no puedo volver aquí, me desesperaría.

Dice Bert, ahora que estamos en tren de confesiones. No sé por qué, hace un rato, se decidió a hablarme de esto. Seguramente porque ayer nos cruzamos, mientras yo entraba y él salía de la casita dondeBobby, el cafisho, tiene sus cuatro chicos. En estos días ya habíamos charlado un par de veces, en el bar de la playa, pero nunca de esto, por supuesto. Quizá le guste suponer que soy su cómplice. Debía de necesitar alguna compañía.

—¿No, no vas a prender ese cigarrillo, no? ¿No me digas que vas a arruinar con tu cigarrillo este aire tan puro?

Un poco más allá, el mar brilla con un azulinverosímil. El sol, un poco menos. Hace calor. Esta mañana la radio dijo que estaría fresco, no más de treinta y tres. Unos chicos de diez o doce juegan con las olas, se revuelcan, se pelean como cachorritos. Bert los mira con ojos de catador experto. Me parece que puedo pegarle o hacerle una pregunta más. Querría preguntarle por qué hace lo que hace pero no debo, porque Bert tiene que suponer queyo soy uno de ellos:

—¿Y no te molesta que sean tan oscuros?

—Me parece que si no fueran negritos no podría.

Las playas del sudoeste de Sri Lanka son modelo: alguien estudió las playas tropicales de todas las postales del mundo, y se encargó de combinar la más apropiada arena blanca, las olitas perezosas más apropiadamente turquesas, las palmeras recostadas en el más apropiado de losángulos. Esta playa es absolutamente intachable, y me hace sentir un poco torpe: si no fuera por mí, todo sería perfecto.

 

En la playa de Hikkaduwa reina la concordia: media docena de surfistas australianos repletos de músculos muy raros, un par de familias cingalesas numerosas y vestidas, dos o tres matrimonios alemanes gordos con sus niños, tres o cuatro parejas de viajeros con mochilas alhombro, unos cuantos perros, un par de pescadores, los chicos morochitos revolcándose y cuatro o cinco europeos cincuentones mirándolos, sopesando posibilidades. De vez en cuando pasa una pareja extraña: uno es graso, cincuentón, blancuzco, de panza poderosa y fuelle en la papada, mirada zigzagueante, slip muy breve. El otro es un chico pura fibra, oscuro, erizado de dientes, pantaloncito viejo, mediometro más bajo que su compañero. Yo no conozco a Yohan pero, por lo que voy sabiendo, dudo de que tenga mucho más de diez años.

 

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El turismo sexual existió siempre. Ya algún romano escribía sobre "los finos tobillos y las salaces danzas" de las cartaginesas de Cádiz, hace dos mil años. Y Venecia atraía viajeros por sus cortesanas hace doscientos. Pero últimamente, con la...
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