EL SOLDADITO DE PLOMO

Páginas: 8 (1818 palabras) Publicado: 18 de agosto de 2015
El soldadito de plomo
Autor: Hans Christian Andersen
Había una vez veinticinco soldaditos de plomo, herm
anos todos, ya que los habían
fundido en la misma vieja cuchara. Fusil al hombro
y la mirada al frente, así era como
estaban, con sus espléndidas guerreras rojas y sus
pantalones azules. Lo primero que
oyeron en su vida, cuando se levantó la tapa de la
caja en que venían, fue:"¡Soldaditos
de plomo!" Había sido un niño pequeño quien gritó e
sto, batiendo palmas, pues eran su
regalo de cumpleaños. Enseguida los puso en fila so
bre la mesa.
Cada soldadito era la viva imagen de los otros, con
excepción de uno que mostraba una
pequeña diferencia. Tenía una sola pierna, pues al
fundirlos, había sido el último y el
plomo no alcanzó para terminarlo. Así y todo, allí
estaba él,tan firme sobre su única
pierna como los otros sobre las dos. Y es de este s
oldadito de quien vamos a contar la
historia.
En la mesa donde el niño los acababa de alinear hab
ía otros muchos juguetes, pero el
que más interés despertaba era un espléndido castil
lo de papel. Por sus diminutas
ventanas podían verse los salones que tenía en su i
nterior. Al frente había unos arbolitos
querodeaban un pequeño espejo. Este espejo hacía l
as veces de lago, en el que se
reflejaban, nadando, unos blancos cisnes de cera. E
l conjunto resultaba muy hermoso,
pero lo más bonito de todo era una damisela que est
aba de pie a la puerta del castillo.
Ella también estaba hecha de papel, vestida con un
vestido de clara y vaporosa
muselina, con una estrecha cinta azul anudada sobre
el hombro, amanera de banda, en
la que lucía una brillante lentejuela tan grande co
mo su cara. La damisela tenía los dos
brazos en alto, pues han de saber ustedes que era b
ailarina, y había alzado tanto una de
sus piernas que el soldadito de plomo no podía ver
dónde estaba, y creyó que, como él,
sólo tenía una.
“Ésta es la mujer que me conviene para esposa”, se
dijo. “¡Pero qué fina es; si hasta
viveen un castillo! Yo, en cambio, sólo tengo una
caja de cartón en la que ya habitamos
veinticinco: no es un lugar propio para ella. De to
dos modos, pase lo que pase trataré de
conocerla.”
Y se acostó cuan largo era detrás de una caja de ta
baco que estaba sobre la mesa. Desde
allí podía mirar a la elegante damisela, que seguía
parada sobre una sola pierna sin
perder el equilibrio.
Ya avanzadala noche, a los otros soldaditos de plo
mo los recogieron en su caja y toda
la gente de la casa se fue a dormir. A esa hora, lo
s juguetes comenzaron sus juegos,
recibiendo visitas, peleándose y bailando. Los sold
aditos de plomo, que también querían
participar de aquel alboroto, se esforzaron ruidosa
mente dentro de su caja, pero no
consiguieron levantar la tapa. Los cascanueces daba
nsaltos mortales, y la tiza se
divertía escribiendo bromas en la pizarra. Tanto ru
ido hicieron los juguetes, que el
canario se despertó y contribuyó al escándalo con u
nos trinos en verso. Los únicos que
ni pestañearon siquiera fueron el soldadito de plom
o y la bailarina. Ella permanecía
erguida sobre la punta del pie, con los dos brazos
al aire; él no estaba menos firme sobre
su única pierna, ysin apartar un solo instante de
ella sus ojos.
De pronto el reloj dio las doce campanadas de la me
dianoche y -¡crac!- se abrió la tapa
de la caja de rapé... Mas, ¿creen ustedes que conte
nía tabaco? No, lo que allí había era
un duende negro, algo así como un muñeco de resorte
.
-¡Soldadito de plomo! -gritó el duende-. ¿Quieres h
acerme el favor de no mirar más a la
bailarina?
Pero elsoldadito se hizo el sordo.
-Está bien, espera a mañana y verás -dijo el duende
negro.
Al otro día, cuando los niños se levantaron, alguie
n puso al soldadito de plomo en la
ventana; y ya fuese obra del duende o de la corrien
te de aire, la ventana se abrió de
repente y el soldadito se precipitó de cabeza desde
el tercer piso. Fue una caída terrible.
Quedó con su única pierna en alto,...
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