El Tejedor De Segovia
Personas que hablan en ella:
El REY don Alfonso, viejo
Don FERNANDO Ramírez (Pedro Alonso), galán
GARCERÁN de Molina, galán
El CONDE don Juan, galán
El MARQUÉS Suero Pelaez, viejo
CHICHÓN, gracioso
FINEO, criado
TEODORA, dama
Doña ANA Ramírez, dama
FLORINDA, criada
Don JUAN
CORNEJO, bandolero
JARAMILLO, bandolero
CAMACHO, bandolero
Un BASTONERO
Un CAMINANTE
Un ALGUACILUn VILLANO
Un VENTERO, vejete
Un PAJE
PRESOS
BANDOLEROS
VILLANOS
CRIADOS
Salen el CONDE, don JUAN, FINEO y CRIADOS, de noche
FINEO: Ésta que miras, señor,
es la casa.
CONDE: ¡Humilde choza
para hermosura que goza
los despojos de mi amor!
FINEO: Tú, pues a honrarla te inclinas, engrandeces su humildad
y su fortuna.
CONDE: Llamad.
FINEO: ¿En efeto determinas
entrarla a ver?
CONDE: Sí, Fineo.
No sufre más dilación
esta amorosa pasión
en que se abrasa el deseo.
FINEO: Mira a lo que te dispones,
siendo tu padre el privado
del rey; que conmás cuidado
notan todos tus acciones.
CONDE: Consejos me das perdidos,
cuando estoy de amor tan ciego,
que si el alma toca a fuego,
sólo tratan los sentidos
de librarse de la llama,
que en Etna convierte el pecho,
sin atender al provecho,
a la razón ni la fama. Bien sé el lugar de que gozo
y a lo que obliga esa ley;
mas cuando esto sepa el rey,
también sabe que soy mozo.
A mi padre sólo toca
el gobierno; y siendo así,
pues no soy ministro, en mí
no es tan culpable y tan loca
esta acción, que estando ciego,
porno dar qué murmurar,
me obligue a no procurar
el remedio a tanto fuego.
FINEO: ¿De una vista te cegó?
CONDE: Tanto, que a no estar presente
en la audiencia tanta gente
cuando ella a mi padre habló,
hiciera allí mi locura
estos excesos que ves,
y arrodillado a sus pies adorara su hermosura.
Mucho hice, pues allí
tuve en prisión mi deseo.
En confïanza, Fineo,
de tu cuidado y de ti,
mandéte que la siguieras;
hicístelo, hasme informado
que aumenta su libre estado
el número a las solteras.
Siendo así, ni han de tener por desigual este exceso,
ni se recela por eso
mi privanza y mi poder.
FINEO: Sí; mas pudieras, señor,
pues que no es mujer de suerte,
hacer que ella fuese a verte.
CONDE: ¡Qué poco sabes de amor!
Mira, en comenzando a amar,
a estimar también se empieza;
yal estimar la belleza
se sigue el desconfïar.
En esta casa, Fineo
un alcázar miro ya;
la mujer que dentro está
es ya reina en mi deseo.
Apenas empecé a amar,
cuando comencé a tener
por humilde mi poder,
por imposible alcanzar. Mira si podré, Fineo,
mostrar desprecio en llamarla,
pues aun viniendo a buscarla
pisa medroso el deseo.
Llama.
FINEO: Obedecerte quiero.
Da golpes en la puerta
CONDE: Eso, Fíneo, es servir;
que el crïado ha de advertir;
mas no ha de ser consejero.
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