Eliécer Cárdenas

Páginas: 329 (82110 palabras) Publicado: 5 de enero de 2016
Eliécer Cárdenas
Polvo y ceniza
Polvo y ceniza
© Eliécer Cárdenas, 2001 © Eskeletra Editorial, 2001
Eskeletra Editorial
12 de Octubre y Roca (esq) l2 piso
Tel: 556691 / Fax: 543607 / Casilla postal 164-B Quito
E-mail: eskeletra@andinanet.net
Diseño de portada: Tribal / 228208
ISBN: 9978-16-036-1 Derechos de Autor: 015418 Impreso en Ecuador
ELIECER CARDENAS
POLVO Y CENIZA
A mi padre, contador dehistorias
Agradecimiento:
A Naún Briones,
a Pajarito,
a Chivo Blanco,
a Rindolfo Ochoa,
a Víctor Pardo,
a los Quiroz,
al Aguila Quiteña,
a Diógenes Paredes,
a Pablo Palacio,
a Luis Alberto Valencia,
al Mayor Deifilio Morocho,
al Obispo J. M. Massiá.
Porque sus existencias son la materia de esta ficción.
Eternidad, tus signos me rodean,
mas yo soy transitorio:
un simple pasajero del planeta.
JORGECARRERA ANDRADE
Pero los días son una red de triviales miserias,
¿y habrá suerte mejor que ser la ceniza
de que está hecho el olvido?
JORGE LUIS BORGUES
UN AGRADECIMIENTO INFINITO A LAS PERSONAS QUE HICIERON POSIBLE
LA VERSIÓN DIGITAL DE ESTA GRAN OBRA ECUATORIANA YA QUE SIN
ELLOS NO SE PODRÍA DISFRUTAR DE LA PRESENTE DE UNA FORMA
MUCHO MÁS CÓMODA.
MASSIA
Se fue erguido. Viene encorvado. Con unorgullo casi risueño extendió la mano, blanca y áspera
de hostias consagradas, al oficial bigotudo de la pechera llena de entorchados que le señalaba los riscos
pardos, las laderas casi de pura piedra afilada brillando al sol, los desfiladeros profundos entre rocas que
sólo eran serpientes de sombras, cuando se marchó. Ahora sólo puede bendecir, ya sin soberbia, casi con
los ojos en el llanto, a loscampesinos flacos, a las mujeres aflijidas, a los oficiales abúlicos que se
congregan en torno a su sotana sucia y la banda morada de su vientre colgante que, por su brillo
mugroso, recuerda solamente una larga travesía de regreso desde el otro lado de la frontera, más allá del
agru- pamiento de casitas de barro que sobresalen, tercamente enhiestas, bajo el tricolor nacional, junto a
los plátanosde hojas rotas por el viento, nadando en la sequedad parda de la tierra. Se fup joven. Viene
viejo. Odió al General
Alfaro, lo excomulgó la víspera del destierro. Inventando intransigentes frases desde el púlpito
dorado de su Catedral, ante la sumisión de los tafetanes negros de las mujeres, los casimires oscuros de
los caballeros congregados junto al atrio: ante los campesinos de alpargatas decuero y alforjas a los
hombros. Rojo por la cólera, demostrando su acento extranjero en las recias palabras de condena, el
obispo José María Massiá, para muchos mártir, conspirador para el Gobierno, concluyó su furia fulminando
excomuniones. Pero ahora cruza el puentecito de madera con la mansedumbre sesentona de sus
años pesándole en los zapatos polverientos, el solideo episcopal circunscrito alcentro oscurecido de su
calvicie. Pesada la mano que no deja de bendecir, alejándose con lentitud de la bandera roja, blanca y
roja de la que fue su patria, la tercera, por doce años. Ahora sonríe a los guardias, perdonándolos y como
acobardado. Ellos, tiesos, incomprensibles, con los Manlicher, las correas de municiones y los quepis,
dejándose bendecir, permitiéndole cruzar aquella raya invisibleque en la mitad del río divide aguas,
piedras, lodo. Pero, cuando, doce años atrás, en direccción inversa, sintió los empujones de los guardias
hasta más allá de la raya invisible del puente, hacia el país de la bandera roja, blanca y nuevamente roja,
dio una vuelta completa sobre sus pies, miró a los guardias como queriendo matarlos con la sola fuerza
centellante de sus ojos celestes; el anillojerárquico brilló dorado entre la polvareda lerda de las mulas,
no en una mano que bendice: en un puño que amenaza. Quiso decir algo, pero sus labios resecos sólo se
movieron sin sonido. Y majestuoso, patriarcal, definitivo, limpió con sus manos el polvo depositado en
sus zapatos, en una última, implacable maldición que temió el arriero Horacio como seguro anuncio de
sequías largas, de animales...
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