ElNido

El Nido


Yo no puedo pegar los ojos a la siesta. Y salí al campo porque el día estaba espléndido y los senderos invitaban a adentrarse en el corazón del monte; lo mismo que laslagartijas que se pasean muy ufanas, yo no siento el calor y me gusta disfrutar de la gloria de un sol tan grande y cercano.
Así me fui, entretenido juntando flores de todos los tonos, de todaslas formas y perfumes, quitando las abejitas que trabajan afanosamente en su interior, cuando de pronto, lejos de la casa ya, me encontré sentado bajo una brea añosa y seca, en compañía de León;me tendí de espalda para contemplar mejor la limpidez del cielo azul, sin una nube y tan hondo, soñando con ser pájaro para poder llegar a descubrir qué tiene en su parte más profunda,cuando ví, que desde un gajo fácil de alcanzar, pendía un nido de cachilote.
Me tentó el deseo de robar sus huevecitos para completar el collar que estaba haciéndole a la Virgen yquitándome las zapatillas para no resbalar,trepé con cuidado; León esperaba abajo, sacando su larga lengua y mirándome curioso.
Cuando estuve cerca como para poder espiar, arranqué una rama y conella tenté; el nido grande, bien construido, no cedió.con más fuerzas dí un envión y luego otro y otro.más, de pronto, un flechazo punzante, dolorosísimo, me obligó a arrojarmeciegamente desde donde me hallaba; y a aquel primero siguieron otros, tres, quince, veinte, que sé yo cuantos, que me herían las manos, la cara y la cabeza con aguijonazos profundos.
Y mientras huía porla senda, poniendo en la calma de la siesta mi llanto desesperado, traía tras de mí el hilo infinito de multitud de avispas coloradas que me perseguían implacables, atacándome furibundas con suaguijón y de las que en vano trataba yo de defenderme. León corría adelante y aullaba también enloquecido de dolor.
Esa tarde nadie me conocía; las flechas envenenadas de mis enemigas...