Elsoldado Desconocido

Páginas: 31 (7659 palabras) Publicado: 2 de octubre de 2011
EL SOLDADO DESCONOCIDO
Alejandro Meneses debió tener 24 o 25 años cuando escribió este relato. Poco después aparecería, en 1987, su primer libro. “El soldado desconocido”, que presenta diversas similitudes con “El fin de la noche”, la suerte de noveleta que cierra Días extraños justamente, sería sin duda parte de éste si las circunstancias no hubiesen obrado en contra de su autor. No se puededecir, sin embargo, que en la existencia azarosa de Meneses semejantes pérdidas se convirtieran en lamentos. Ni siquiera, para acabar pronto, menciones al desgaire. De ahí que quienes lo tratamos con frecuencia tengamos hoy serias lagunas en cuanto a obras inconclusas u olvidadas en alguno de los muchos sitios que habitó. Para muestra basta un botón: no tenemos certeza alguna acerca del año de sunacimiento ni contamos con algo más que conjeturas sobre la fecha precisa de su muerte, que podría haber ocurrido entre el 2 y el 3 de julio de 2005.
Durante poco menos de un año, entre 1984 y 1985, Alejandro Meneses obtuvo un empleo en Tapachula. Mientras se adaptaba a la vida chiapaneca, se acogió a la hospitalidad de la familia Santizo Rodas. Un cuarto en el traspatio fue su habitación hasta quecambió de domicilio. Con el paso del tiempo, ese lugar se fue llenando de trebejos. El año pasado, al efectuar un reacomodo de su contenido, localizaron una carpeta de cuartillas mecanografiadas en papel oficio. Además de “El soldado desconocido”, corregido de puño y letra por su autor, figuraba un par de cuartillas más.
Cuando se cumplen seis años del fallecimiento de Alejandro Meneses, hayatenido lugar el 2, el 3, publicamos este relato gracias a Sara Inés Santizo, quien tiene bajo su custodia el manuscrito.
(JES)
para Norman Mailer y Jim Morrison
(por ciertas palabras, la historia y algunos nombres propios)
En los ojos del cadáver vio países que nunca había visitado, rostros, ríos o montañas que sólo eran imaginación de la muerte.
El japonés se le murió en las manos: unabocanada de sangre y sus ojos clausuraron la entrada a ese lugar imposible que había vislumbrado. Recordó el sitio donde estaba, recordó el ruido de las bombas que hacían profundos hoyos a medio kilómetro. Dejó caer la cabeza del japonés, que hizo un ruido de cacharro inservible al rebotar en las piedras de la colina.
Una cosa que siempre le pasaba en la guerra (cuando sentía miedo, cuando reflexionabaen su situación) era esa oleada de piedad por sí mismo, vagas estampas de otros tiempos más felices en su ciudad, Boston, cuando estaba con su mujer y la hija que casi no conocía.
El cuerpo era pequeño, su rostro el prototipo del oriental anónimo, perdido en una maraña de ciudadanos retratados en alguna vasija de porcelana. Era un japonés, un enemigo, el que había muerto en sus manos.
Norecordaba quién había sido el que disparó. Hopkins había dado la voz de alarma (más bien un grito de pánico), pero no pudo precisar quién había accionado la ametralladora. Recordó el sobresalto, la salida brusca del sueño, cuando el centinela gritó, cuando alguien que no recordaba saltó al nido y apuntó a la maleza. El saldo era un japonés muerto.
Poco antes había terminado su turno de guardia y eseazar lo angustió por un momento: él pudo haber matado al pobre diablo (en las últimas semanas de la campaña los cadáveres japoneses eran más flacos, más miserables), pero pensó “Esto es la guerra, esto es lo que me pagan por hacer, no importa, en cuanto más mejor. Lo que no llego a entender es qué hacía este tipo en nuestras líneas, porque no era una patrulla, fue él solo quien se delató al mover unarama o al suspirar lo suficientemente fuerte como para alertar al centinela. ¿Qué hacías, maldito japonés, hijo de tu puta madre, no sabías que te ibas a morir?”
Al poco rato regresaron los que habían ido a buscar a la posible patrulla. Él ya sabía que no habían encontrado a nadie más. El muerto era el único contra el que había disparado un pelotón completo.
—Nadie más… —la voz de Gallaher...
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