En La Colonia
Aquí va, juzguen ustedes:Aun me resisto a escribir estas líneas, quizá porque me gusta resguardar ciertas impresiones personales de la imaginación de los demás, y se bien que las palabras obligaran por si solas a levantar partede mi velo interior, mejor aún, expresar tan solo con palabras los sentimientos vividos durante la visita a “La Colonia” SIBATE será una tarea colosal… imposible.
Existía en mi una guerra internaantes de ingresar a este hogar, la curiosidad, el deber, el temor, la expectativa, el prejuicio y otros tantos elementos se aglutinaban en mi mente y luchaban por prevalecer, no lo puedo negar, elmiedo iba ganando.
Mi primera vista… la huerta, silencio… el corazón late de manera diferente (no lo entiendo). El foco de atención cambia al ver salir de la puerta principal a una mujer con unabella sonrisa y gesto amable quien de inmediato me tranquilizo, nos reunimos en torno a ella y escuchamos parte de su historia, parte de su oficio y parte de lo que allí, al traspasar la puertaencontraríamos. Fue un bálsamo, una ofrenda de tranquilidad y una invitación a no esperar mas e ingresar; ahora la curiosidad reinaba; de fondo, una voz tierna, ingenua y adulta plagada de emoción se escuchabadesde el interior como preámbulo musical a esa sinfonía de la dignidad que veríamos, “¡son muchos… es mucha gente!, ahora el corazón gritaba ¡Entremos, entremos, entremos ya!, y tomo posesión de mila ansiedad.
Ingresamos, y un vigilante muy cortes al igual que un improvisado y maravilloso comité de bienvenida compuesto por USUARIOS nos recibe, sonrisas escasas de dientes, un apretón de...
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