En la habitación de la muerte (S.King)

Páginas: 40 (9751 palabras) Publicado: 30 de julio de 2014
Stephen King

EN LA HABITACION DE LA MUERTE
Era una habitación de muerte. Fletcher lo supo tan pronto como se abrió la puerta. El suelo de baldosa era de color gris industrial. Las paredes eran de piedra blanca descolorida, marcadas aquí y allí con manchas oscuras que podrían haber sido de sangre –ciertamente la sangre había sido derramada en esta habitación. Las luces del techo estabandentro de jaulas de alambre. En mitad de la habitación había una larga mesa de madera con tres personas sentadas tras ella. Enfrente de la mesa había una silla vacía, esperando a Fletcher. Al lado de la silla había un carrito con ruedas. El objeto que estaba encima había sido cubierto con una pieza de ropa, como un escultor cubriría su trabajo sin acabar entre sesión y sesión. Fletcher medio atado,fue casi arrastrado hacia la silla que había estado esperándole. Agarraba un carrete protectoramente. Si parecía más aturdido, más conmocionado e inconsciente de lo que estaba realmente, mejor. Pensó que su oportunidad de escapar de ese sótano del Ministerio de Información era quizás una o dos entre treinta, y quizás esto fuera optimista. En el estado en que estaba no tenía intención de arriesgarse,sólo estar alerta. Sus ojos y nariz hinchados y su labio inferior roto podrían serle da ayuda en este aspecto; de la misma forma que la crosta de sangre, como un goteo rojo oscuro alrededor de su boca. Una cosa que Fletcher sabía seguro: si él escapaba, los otros –el vigilante y los otros tres, como un jurado, sentados tras la mesa- estarían muertos. Él era un periodista y nunca había matado aalgo más que un avispón, pero si tenía que matar para escapar de esta habitación lo haría. Pensó en su hermana, en su retiro. Pensó en su hermana nadando en un río con nombre español. Pensó en la luz en el agua al mediodía, moviéndose, demasiado brillante para mirarla. Llegaron a la silla frente a la mesa. El vigilante le empujó tan fuerte que Fletcher casi si cae.
“Con cuidado. No de ese modo, sinaccidentes” dijo uno de los hombres de detrás de la mesa. Era Escobar. Habló al vigilante en español. A la izquierda de escobar se sentaba otro hombre. A su derecha una mujer de unos sesenta años. La mujer y el otro hombre eran delgados. Escobar era gordo y tan grasiento como una vela de mala calidad. Parecía un mejicano de los que salen en las películas. Podrías esperar oírle decir: ¿lotes?¿Lotes? No necesitamos jodidos lotes. Sin embargo era el Primer Ministro de Información. Algunas veces daba el parte del tiempo en inglés en la estación de televisión de la ciudad. Cuando hacía esto, recibía invariablemente correo de sus seguidores. En traje, no parecía grasiento. Sólo gordinflón. Fletcher sabía todo esto. Había hecho tres o cuatro reportajes sobre Escobar. Era vistoso y de acuerdo conel rumor, un entusiasta de la tortura. Un Himmler centroamericano. Fletcher pensó, y se asombro al descubrir que el sentido del humor rudimentario, por supuesto, podría conducir a un estado de terror.
“¿Esposas?” Preguntó el vigilante, también en español, y sacó un par de tipo plástico. Fletcher intentó mantener su mirada de aturdida incomprensión. Si lo abofeteaban, estaba perdido. Se podíaolvidar de una oportunidad entre treinta, o una entre trescientos.
Escobar se giró fugazmente hacia la mujer de su derecha. Su cara estaba muy bronceada, su pelo negro con alarmantes mechones blancos, se movía adelante y atrás por su frente como si soplara un vendaval. El aspecto de su pelo le recordó a Fletcher a Elsa Lanchaster en “La novia de Frankestein”. Asumió esta similitud con unaferocidad cercana al pánico, el modo en que le fascinaba el toque de luz brillante en el río, o su hermana riendo con sus amigos mientras caminaban hacia el agua. Quería imágenes, no ideas. Las imágenes eran artículos de lujo ahora. Y las ideas no eran buenas en un sitio como este. En un sitio como este todo lo que se pueden tener son malas ideas.
La mujer asintió levemente hacia Escobar. Fletcher la...
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