Etica Y Politica

Ética y Política
Aunque el derecho no tenga una relación con la moralidad, las normas jurídicas deben ser morales, y las decisiones que ponen en vigor deben tratar de respetar ciertas exigencias de moralidad. Los agentes que toman esas decisiones son los políticos por lo que convendrá reflexionar sobre las relaciones entre ética y política. La constante actualidad del tema, unida a lapervivencia de algunos aconseja tratar de reducir las confusiones que suelen producirse cuando se apela a la ética para enjuiciar la política.
Tres problemas muy diferenciados deben ser aislados con toda claridad para poder tomar posición sobre estas cuestiones y cada uno puede ser emparentado con un pensador moderno para identificarlo. El primer problema es el de la separación tajante entre ética ypolítica al que podemos llamar problema Maquiavelo. El segundo es el de la distinción entre ética privada y ética pública, el problema Mill. Y el tercero, el de la opción entre una ética política de convicciones o principios y una ética política de responsabilidad, el problema Weber.
El problema Maquiavelo se suscita cuando nos planteamos la cuestión si el político ha de guiar sus acciones públicas conarreglo a criterios y pautas morales o su acción como político ha de ser instrumental en función de un conjunto de objetivos específicos. Puede ser que tales objetivos se alcancen más eficazmente mediante acciones y decisiones puramente instrumentales con una lógica interna ajena a la moral y, que esos son propiedades disposicionales de los sistemas políticos y gobiernos que no nos dicen nadasobre su contenido ético.
A Maquiavelo se atribuye, la idea de que la conducta del político en tanto que político no era susceptible de enjuiciamiento moral porque la política tiene sus propias reglas separadas de la moral.
Si aceptamos que la política es el reino de la astucia y del cálculo, no cabe dudar que se expresa a través de acciones y decisiones humanas y no hay por qué renunciar adistinguir entre buenas y malas. No hay ninguna razón para establecer con respecto a ellas una especie de excepción de juicio ético que implique que tenemos que abstenernos de valorarlas desde el punto de vista de la moral. Se trata de decisiones que inciden directa y gravemente sobre la vida individual y social y, por lo tanto, sobre la base misma de la moralidad. La política, por consiguiente, es unaactividad humana que afecta decisivamente al desarrollo de la personalidad individual y colectiva de sus destinatarios, y por ello no sólo debe estar bajo el escrutinio de la moral, sino que ha de ser contrastada y evaluada con patrones éticos incesantemente.
Y aquí nos encontramos con el problema Mill. Una larga tradición religiosa ha determinado que la conciencia común asocie a la idea de“moral” fuertes connotaciones privadas, cierto sentido de “pecado” o “virtud” en el ámbito mínimo y que, esa conciencia común se atribuya a sí misma el privilegio de intervenir y controlar las vidas privadas de los seres humanos para proteger su moralidad individual. Y esto es inaceptable. Mill afirmó tajantemente: “La única parte dela conducta de cada uno por la que es responsable ante la sociedad es laque se refiere a los demás”.
En opinión a Mill, la sociedad no puede interferir en las acciones privadas de los seres humanos que no causan daño a otros. El reproche moral externo, la presión de la opinión, y el control o la sanción de tales conductas privadas carecen de justificación. En la medida en que tales acciones no dañan ni afectan a otros, los demás carecen de justificación para imponersobre ellas caución moral alguna.
El principio general de Mill se aplica igualmente a los políticos, aunque contra ello parecen flotar tres posibles objeciones: la de la imagen pública como factor educador, la de la incidencia negativa en la conducta del electorado y la de la posible incoherencia entre el tipo moral ideal anunciado en el programa y la conducta privada real del político.
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