factotum

Páginas: 82 (20314 palabras) Publicado: 17 de noviembre de 2013

F a c t o t um


Charles Bukowski









El novelista no necesita ver al león comiendo hierba.
El sabe que un mismo Dios creó al lobo y al cordero, y luego sonrió, «viendo que su trabajo estaba bien hecho».

ANDRÉ GIDE



















1

Llegué a Nueva Orleans con lluvia a las cinco de la madrugada.
Me quedé un rato sentado en la estación deautobuses, pero la gente me deprimía, así que agarré mi maleta, salí afuera y comencé a caminar en medio de la lluvia. No sabía
donde habría una pensión, ni donde podía estar el barrio pobre de la ciudad.
Tenía una maleta de cartón que se estaba cayendo a pedazos.
En otros tiempos había sido negra, pero la cubierta negra se había pelado y el cartón amarillo había quedado al descubierto. Había tratadode arreglarlo cubriendo el cartón con betún negro.
Mientras caminaba bajo la lluvia, el betún de la maleta se iba corriendo y sin darme cuenta me iba pintando rayas negras en ambas perneras del pantalón al cambiarme la maleta de una mano a otra.
Bueno, era una nueva ciudad. Tal vez pudiera tener suerte.
Cesó de llover y salió el sol.
Estaba en el barrio negro. Seguí caminando con lentitud.—¡Hey, basurita blanca!
Dejé mi maleta en el suelo. Una negraza estaba sentada en los
escalones de un porche con las piernas cruzadas. Tenía buena
pinta.
—¡Hola, basurita blanca!
No dije nada. Sólo me quedé allí mirándola.
—¿Te gustaría catar un buen culo, basurita blanca?
Se reía de mí. Tenía las piernas cruzadas bien altas y
balanceaba los pies; tenía unas piernas de lo más legal, conzapatos de tacón, y las agitaba y se reía. Agarré mi maleta y
empecé a acercarme hacia ella por el sendero de entrada.
Entonces noté como la cortina de una ventana a mi izquierda se
apartaba un poquito. Vi la cara de un negro. Tenía una pinta tan
demoledora como Jersey Joe Wolcott. Volví sobre mis pasos por
el sendero hasta la acera. La risa de ella me siguió por toda la
calle.2

Estaba en una habitación de un segundo piso, enfrente de un
bar.
El bar se llamaba Café Gangplank. Desde mi habitación
podía ver, a través de las puertas abiertas del bar, todo el interior
del mismo. Había algunos rostros delo más rudo, rostros
interesantes.
Me quedaba por las noches en mi habitación
bebiendo vino y observando desde mi ventana las caras de la
gente en el bar, mientras mi dinero se iba esfumando.
Durante el día, me daba grandes paseos con paso tranquilo.
Me sentaba horas enteras mirando a las palomas. Sólo tomaba una comida al
día para que me durara el dinero un poco más.
Había encontradoun sucio café con un sucio propietario, donde sin embargo podías
tomarte un gran desayuno
—panecillos calientes, cereales, salchichas— por cuatro perras.3

Salí un día a la calle, como de costumbre, y me puse a vagar
por ahí. Me sentía feliz y relajado. El sol estaba en su punto. Era
como una melodía. Había paz en el aire. Cuando llegué al centro
de la manzana, había un hombre de pie a la puerta de una tienda.
Pasé de largo.
—¡Eh, COMPADRE!
Paré y me di la vuelta.
—¿Quieres un trabajo?
Volví hasta donde él estaba. Porencima de su hombro pude
divisar una gran sala a oscuras. Había una gran mesa con
hombres y mujeres alineados a ambos lados de la misma.
Manejaban martillos con los cuales golpeaban objetos que tenían
enfrente de ellos. En aquella penumbra los objetos tenían la pinta
de ser almejas. Olían como almejas. Me di la vuelta y continué mi
paseo calle abajo.
Me acordé de cómo mi padre solía volver...
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