Fervor de Buenos Aires

Páginas: 18 (4272 palabras) Publicado: 6 de agosto de 2013
FERVOR DE BUENOS AIRES
(1923)

Jorge Luis Borges
Prólogo
No he reescrito el libro. He mitigado sus excesos barrocos, he limado asperezas, he tachado sensiblerías
y vaguedades y, en el decurso de esta labor a veces grata y otras veces incómoda, he sentido que aquel
muchacho que en 1923 lo escribió ya era esencialmente -¿qué significa esencialmente?- el señor que
ahora se resigna o corrige.Somos el mismo; los dos descreemos del fracaso y del éxito, de las escuelas
literarias y de sus dogmas; los dos somos devotos de Schopenhauer, de Stevenson y de Whitman. Para
mí, Fervor de Buenos Aires prefigura todo lo que haría después. Por lo que dejaba entrever, por lo que
prometía de algún modo, lo aprobaron generosamente Enrique Díez-Canedo y Alfonso Reyes.
Como los de 1969, los jóvenesde 1923 eran tímidos. Temerosos de una íntima pobreza, trataban como
ahora, de escamotearla bajo inocentes novedades ruidosas. Yo, por ejemplo, me propuse demasiados
fines: remedar ciertas fealdades (que me gustaban) de Miguel de Unamuno, ser un escritor español del
siglo diecisiete, ser Macedonio Fernández, descubrir las metáforas que Lugones ya había descubierto,
cantar un Buenos Aires decasas bajas y, hacia el poniente o hacia el Sur, de quintas con verjas.
En aquel tiempo, buscaba los atardeceres, los arrabales y la desdicha; ahora, las mañanas, el centro y la
serenidad.
J. L. B.
Buenos Aires, 18 de agosto de 1969.

Comentario [LT1]:

A quién leyere
Si las páginas de este libro consienten algún verso feliz, perdóneme el lector la descortesía de haberlo
usurpado yo,previamente. Nuestras nadas poco difieren; es trivial y fortuita la circunstancia de que seas tú
el lector de estos ejercicios, y yo su redactor.
Las calles
[Suprimido en la edición de 1969]*
Las calles de Buenos Aires
ya son mi entraña.
No las ávidas calles,
incómodas de turba y de ajetreo,
sino las calles desganadas del barrio,
casi invisibles de habituales,
enternecidas de penumbra y deocaso
y aquellas más afuera
ajenas de árboles piadosos
donde austeras casitas apenas se aventuran,
abrumadas por inmortales distancias,
a perderse en la honda visión
de cielo y de llanura.
Son para el solitario una promesa
porque millares de almas singulares las pueblan,
únicas ante Dios y en el tiempo
y sin duda preciosas.
Hacia el Oeste, el Norte y el Sur
se han desplegado -y sontambién la patria- las calles:
ojalá en los versos que trazo
estén esas banderas.
La recoleta
CONVENCIDOS de caducidad
por tantas nobles certidumbres del polvo,
nos demoramos y bajamos la voz
entre las lentas filas de panteones,
cuya retórica de sombra y de mármol
promete o prefigura la deseable
dignidad de haber muerto.
Bellos son los sepulcros,
el desnudo latín y las trabadas fechasfatales,
la conjunción del mármol y de la flor
y las plazuelas con frescura de patio
y los muchos ayeres de la historia
hoy detenida y única.
Equivocamos esa paz con la muerte
y creemos anhelar nuestro fin
y anhelamos el sueño y la indiferencia.
Vibrante en las espadas y en la pasión
y dormida en la hiedra,
sólo la vida existe.
El espacio y el tiempo son formas suyas,
son instrumentosmágicos del alma,
y cuando ésta se apague,

se apagarán con ella el espacio, el tiempo y la muerte,
como al cesar la luz
caduca el simulacro de los espejos
que ya la tarde fue apagando.
Sombra benigna de los árboles,
viento con pájaros que sobre las ramas ondea,
alma que se dispersa en otras almas,
fuera un milagro que alguna vez dejaran de ser,
milagro incomprensible,
aunque suimaginaria repetición
infame con horror nuestros días.
Estas cosas pensé en la Recoleta,
en el lugar de mi ceniza.
El Sur
Desde uno de tus patios haber mirado
las antiguas estrellas,
desde el banco de sombra haber mirado
esas luces dispersas
que mi ignorancia no ha aprendido a nombrar
ni a ordenar en constelaciones,
haber sentido el círculo del agua
en el secreto aljibe,
el olor del jazmín...
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