Hammett Dashiell Cosecha Roja

Páginas: 230 (57452 palabras) Publicado: 17 de septiembre de 2015
COSECHA ROJA
DASHIELL HAMMETT

1

Traducción: Rafael Marsán

2

1. Una mujer vestida de verde y un hombre vestido de gris
En el Big Ship de Butte oí por primera vez a un minero pelirrojo de nombre
Hickey Dewey que llamaba Poisonville a la ciudad de Personville. Tenia la
costumbre de convertir las erres en diptongos, así que me importó poco su
manera de nombrar la ciudad. Luego volví a oír elmismo nombre de boca de
hombres capaces de pronunciar bien la erres. Lo tomé como una muestra más
del humor vulgar que anima los retruécanos propios de la jerga de los bajos
fondos. Unos años después fui a Personville y comprendí el exacto significado
de esta palabra.
Utilizando uno de los teléfonos de la estación llamé a Donald Willsson al Herald
para decirle que acababa de llegar.
—¿Podrá veniresta noche a mi casa a las diez? —tenia una voz agradable
pero seca—. La dirección es Mountain Boulevard, 2.101. Coja un tranvía en
Broadway y bájese en la confluencia con Laurel Avenue y camine dos
manzanas en dirección oeste.
Le prometí que iría. Fui al hotel Great Western, dejé allí las maletas, y me fui a
dar un vistazo a la ciudad.
La encontré fea. Los edificios hacían gala de una arquitecturaafectada. Quizá
había conocido tiempos mejores. Los altos hornos, con sus chimeneas de
ladrillo levantadas al sur frente a una sombría montaña, habían impregnado la
antigua pomposidad de una capa de suciedad ocre y de un humo espeso. En
consecuencia, sus cuarenta mil habitantes vivían en una ciudad fea, hundida
en un valle limitado por dos insípidos montes; las minas contribuían en gran
manera ala fealdad general. Perdido entre las nubes negras que salían de las
chimeneas de los altos hornos, se veía el cielo.
El primer guardia que vi llevaba varios días sin afeitarse. El segundo había
perdido dos botones de su poco limpio uniforme. El tercero ordenaba el tráfico
en el cruce más importante de la ciudad, el de Broadway y Union Street, con un
cigarrillo en la boca. En ese momento dejé depreocuparme por ellos.
Cogí un tranvía de Broadway a las nueve y media y seguí las indicaciones de
Donald Willsson. Así me fue posible llegar a una casa situada en una esquina
rodeada de un jardincito artificial y una cerca.
Me abrió la puerta una criada y me comunicó que Mister Willsson no se
encontraba en casa. Mientras le explicaba que había concertado una cita con
él, se acercó a la puerta unamujer delgada, rubia, de cerca de treinta años,
vestida con un traje verde de seda rizada. Ni siquiera cuando sonreía
desaparecía la frialdad de sus ojos azules. Volví a empezar mi explicación.
—Mi marido no está —un suave acento amortiguaba el sonido de las eses—.
No creo que tarde, puede esperarle si lo desea.
Subimos al primer piso, a una habitación marrón y roja repleta de libros, con
vistas aLaurel Avenue. Sentados en sillones de cuero frente a una chimenea
de carbón, la mujer demostró curiosidad por saber cuál era el objeto del
encuentro con su marido.
—¿Vive usted en Personville?
—No. En San Francisco.
—Pero ésta no es su primera visita, ¿verdad?

3

—Sí.
—¿De verdad? ¿Le ha gustado nuestra ciudad?
—En realidad apenas si la he visto —esto era mentira. Continué—: He llegado
estatarde.
Sus brillantes ojos dejaron de examinarme cuando me dijo:
—Le parecerá aburrida —y de nuevo siguió su investigación—: Me imagino que
las ciudades mineras no pueden ser de otra manera. ¿Tiene algo que ver con
las minas?
—En este momento, no.
Miró el reloj colocado sobre la repisa de la chimenea y dijo:
—Donald es un desconsiderado al hacerlo venir, y dejarle esperando a estas
horas de la nocheque no son horas de hacer negocios.
Le dije que no tenía importancia.
—Pero tal vez no sea un asunto de negocios. No contesté. Lanzó una risita
irónica.
—Le aseguro que no soy tan entrometida como piensa usted —dijo
alegremente—. Quizá sea su reserva lo que me provoca la curiosidad. No será
usted traficante de alcohol, ¿verdad? Como Donald los cambia a menudo...
Dejé que leyera en mi sonrisa lo...
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