Henri Matisse
Este volumen, editado originalmente por Hermann en 1972, conduce al centro mismo de la personalidad analítica y cosmopolita de Matisse y, de su mano, al centro mismo del arte contemporáneo: a su proceso de formación, caminando sobre el cable de acero, como un equilibrista circense, entre la originalidad y la influencia. Conduce también a losprocedimientos y a las técnicas de composición, al credo estético, a la conciencia del mercado frente a la torre de marfil.
En “Notas de un pintor” (1908), Matisse advierte, convertido ya a la religión de la vanguardia, que el tema no es más que una forma de esclavitud de la que el arte debe saber liberarse a tiempo, que “una obra debe llevar en sí misma todo su significado e imponerlo al observadorantes de que éste conozca el tema”; debe ganarse al espectador por su arte, no por su servidumbre temática o de otra suerte. Ganada esta batalla de la liberación del arte de ilegítimas o espurias dependencias, asegura que “la guerra de 1914-1918 no ejerció influencia alguna sobre los temas de nuestra pintura, puesto que habíamos dejado de pintar temas propiamente dichos”. Y, como Marcel Proust enEl tiempo recobrado o Virginia Woolf en su ensayo “Modern Fiction” de 1919, anduvo convencido de que “es preciso dejar hablar a la intuición”, buscar la esencia de las cosas, la trascendencia del objeto-para-mí y ya no la descripción del objeto-en-sí, pues “crear es expresar lo que uno lleva dentro de sí mismo. Todo esfuerzo de creación auténtico tiene lugar en nuestro interior”, no en vano, comodijo Klee en su célebre credo del artista creador, el arte no reproduce lo visible, hace visible, y nada importa ya, ni en pintura ni en narrativa, salvo el arte mismo.
“Yo era por entonces un alumno que todavía se aplicaba en el dibujo ‘a la antigua’ –continúa– y que quería creer en las reglas de la escuela […] la parte muerta de la tradición donde todo lo que no era verificado en la naturalezaera despreciado y considerado ‘artificial’”. Pero Matisse aprendió pronto que el futuro no estaba ni en el arte mimético del naturalismo ni en la pintura de caballete. Junto con Picasso, emprendió un viaje sin retorno a la más rabiosa innovación, al abismo de la experimentación, sin dejar de recordar, sin embargo, la lección que aprendió de joven de su maestro Gustave Moreau, a saber, que lainnovación nace en realidad, como una crisálida, de la tradición, y que no cabe olvidar sus horas de copista en el Louvre, sus viajes para conocer a Turner en Londres, su temprana fascinación por Goya, como no olvidó Picasso su aprendizaje en la escuela de artes de la calle Avinyó de Barcelona, ni sus horas frente a la obra de Velázquez: “debo mi arte a todos los pintores”, señala, para apostillar...
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