Hepatitis A
Éste se transmite principalmente cuando una persona no infectada (y no vacunada) come o bebe algo contaminado por heces de una persona infectada por ese virus. La enfermedad
está estrechamente asociada a la falta de agua salubre, un saneamiento deficiente y una
mala higiene personal.
A diferencia de las hepatitis B y C, la hepatitis A no causa hepatopatía crónica y rara vez es
mortal, pero puede causar síntomas debilitantes y hepatitis fulminante (insuficiencia hepática aguda), que se asocia a una alta mortalidad.
La hepatitis A se presenta esporádicamente y en epidemias en el mundo entero, y tiende a reaparecer periódicamente. El virus de la hepatitis A es una de las causas más frecuentes
de infección de transmisión alimentaria.
Las epidemias asociadas a alimentos o agua contaminados pueden aparecer de forma
explosiva, como la epidemia registrada en Shangai en 1988, que afectó a unas 300 000 personas1. Los virus de la hepatitis A persisten en el medio y pueden resistir los procesos
de producción de alimentos usados habitualmente para inactivar y/o controlar las bacterias
patógenas.
La enfermedad puede tener consecuencias económicas y sociales graves en las
comunidades. Los pacientes pueden tardar semanas o meses en recuperarse y reanudar sus actividades laborales, escolares o cotidianas. La repercusión en los establecimientos de
comidas contaminados por el virus y en la productividad local en general pueden ser graves.
Transmisión
El virus de hepatitis A se transmite principalmente por vía fecaloral, esto es, cuando una
persona no infectada ingiere alimentos o agua contaminados por las heces de una persona infectada. Los brotes transmitidos por el agua, aunque infrecuentes, suelen estar
relacionados con casos de contaminación por aguas residuales o de abastecimiento de
agua insuficientemente tratada.
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