Hogar De Seda

HOGAR DE SEDA

Cuando el doctor abandonaba la hilera de autos descendiendo por la Avda. Mate de Luna y, en un rápido viraje sobre la mano contraria, se detenía en la pendiente de la mansión, el sol quemada las crestas de los cerros. Ellas en la cocina, bajo la brisa caliente del ventilador, limpiaban las verduras o enfriaban la polenta para las perras. Y como los bocinazos eran conocidos paraAngela, le decía:
-Andá a abrir, es el señor- Y la chica corría al grueso portón de entrada.
“La Pancha” trotaba frente a los caniles e imitando el tono y los gestos de la mujer, murmuraba “Ñia ñaña, ñiañia” y las ovejero alemán, ahogaban sus ladridos o paradas en dos patas, se meaban a chorritos. La criada, contenía su risa tanteando el último botón del guardapolvo y haciendo equilibrio enel césped regado. La falda desprendida sobre los muslos marrones y las sandalias de plástico inmanejables con la humedad del pie, no le permitían “disparar con todo…” como a ella le gustaba.
Cumplir con cualquier mandado la hacía feliz, pero correr, treparse al aire con zancadas amplias, sentir el viento en los párpados, en la boca entre abierta y el vaivén de sus pechos de mujer a los treceaños, le producían felicidad. “Algo muy dulce”. Tanto, que ni se acordaba del constante encargue de La Angela de “No andar saltando igual que mono Tití, mostrando la bombacha como una chinita callejera y perdiendo cada dos por tres, la vincha tornasolada regalo de La Niña”.
Fue esa manera de andar corriendo lo que había llamado la atención de Don Leopoldo Arancibia –Jurista Doctorado en DerechoLaboral perteneciente al Centro Azucarero Regional de Tucumán y muy relacionado con las inversiones de capitales extranjeros en la industria - cuando la encontró en Embarcación, Salta. Hasta allí fue el señor – en su imponente Rambler Ambassador, azul marino- buscando una criada joven a cambio de “Comida y educación, como a cualquier ser humano decente, se merece” dicen que discursó. “Y laposibilidad de aprender a vivir con dignidad y obviamente, un giro mensual por sus tareas domésticas” le escucharon ofertar esos parientes lejanos que la tenían. Su madre, que la habría parido a los 16 años, la dejó al cuidado de unos tíos para ir a trabajar a Buenos Aires y jamás volvió, ni se supo nada nunca, de su paradero. Y si bien “por la manera de transpirar del doctor no le creyeron, ni aca…” Elhecho de restar una boca al guiso único, fue mucho más importante la que la sangre parental, y se la dieron.
Ella vino a Tucumán con un par de polleras algo gruesas para la fecha, una camisa de nylon violeta descolorida, la estampa de la virgencita y un pedazo de bollo con chicharrón, en el fondo de un bolso viejo.
Unos cardos inmensos fue lo último que alcanzó a ver del rancho y viajó, muda.Apenada por su olor a humo y dura “al lado del hombre impecable”. El corazón casi le estalla cuando él metió un cambio, le rozó una parte del codo y algo de la cadera y a pesar que Don Leopoldo se disculpó y maldijo “al bestia que manejaba al micro de La Veloz del Norte” que cruzaron, los mismo La Pancha, se sintió morir.
Y cada atardecer, cuando la joven criada con las axilas mojadas delguardapolvo celeste, llegaba a la entrada y con sus brazos delgados abría las puertas de hierro forjado hundiendo, si era preciso, las sandalias en camino de ladrillo picado. Y retrocedía, retrocedía, llevando contra su espalda toda la fuerza de sus gemelos musculosos, para aguantar el peso de cada puerta hasta colocar las cuñas, sentía una terrible vergüenza. Algo en la presencia del doctor, evidenciabasus defectos y “la desarmaba como muñeca de barro viejo”. Y si él se olvidaba el saludo, de bajar apenas el marco de sus anteojos, en dirección a su insoportable esfuerzo, a “La Pancha” le venía “un dolor de panza que ni un buen té de boldo aliviaba”. Entonces hacía las tareas molesta y estirando la trompa, barría el parque, quemaba las hojas secas y los capullos que Angela bajaba. Perdía el...