holaquehace:v

Páginas: 14 (3435 palabras) Publicado: 16 de octubre de 2014
Nabo estaba de bruces sobre la hierba muerta. Sentía el olor a establo orinado estregándose en el cuerpo. Sentía en la piel gris y brillante el rescoldo tibio de los últimos caballos, pero no sentía la piel. Nabo no sentía nada. Era como si se hubiera quedado dormido con el último golpe de la herradura en la frente y ahora no tuviera más que ese solo sentido. Un doble sentido que le indicaba ala vez el olor a establo húmedo y el innumerable cositeo de los insectos invisibles en la hierba. Abrió los párpados. Volvió a cerrarlos y permaneció quieto después, estirado, duro, como había estado toda la tarde, sintiéndose crecer sin tiempo, hasta cuando alguien dijo a sus espaldas: “Anda, Nabo. Ya dormiste bastante”. Se volteó y no vio los caballos, pero la puerta estaba cerrada. Nabo debióimaginar que las bestias estaban en algún lugar de la oscuridad, a pesar de que no oía su impaciente cocear. Imaginaba que quien le hablaba lo hacía desde afuera de la caballeriza, porque la puerta estaba cerrada por dentro y la tranca corrida. Otra vez dijo la voz a sus espaldas: “Es cierto, Nabo, ya dormiste bastante. Tienes como tres días de estar durmiendo…” Sólo entonces Nabo abrió los ojos porcompleto y recordó: “Estoy aquí porque me pateó un caballo”.
No sabía en qué hora estaba viviendo. Ahora los días habían quedado atrás. Era como si alguien hubiera pasado una esponja húmeda sobre aquellos remotos sábados en la noche en que iba a la plaza del pueblo. Se olvidó de la camisa blanca. Se olvidó de que tenía un sombrero verde, de paja verde, y un pantalón oscuro. Se olvidó de que notenía zapatos. Nabo iba a la plaza los sábados en la noche, se sentaba en un rincón, callado, pero no para oír la música sino para ver al negro. Todos los sábados lo veía. El negro usaba anteojos de carey amarrados a las orejas y tocaba el saxofón en uno de los atriles posteriores. Nabo veía al negro, pero el negro no veía a Nabo. Por lo menos, si alguien hubiera visto seguido que Nabo iba a laplaza los sábados por la noche para ver al negro y le hubiera preguntado (no ahora porque no podría recordarlo) si el negro lo había visto alguna vez, Nabo habría dicho que no. Era lo único que hacía después de cepillar los caballos: ver al negro.
Un sábado el negro no estuvo en su puesto de la banda. Nabo debió pensar al principio que no volvería a tocar en los conciertos populares, a pesar de queel atril estaba allí. Aunque precisamente por eso, porque el atril estaba allí, fue por lo que más tarde pensó que el negro volvería el sábado siguiente. Pero el sábado siguiente no volvió ni estaba el atril en su puesto.
Nabo se volteó sobre un costado y vio al hombre que le hablaba. Al principio no lo reconoció, borrado por la oscuridad de la caballeriza. El hombre estaba sentado en unasaliente del entablado, hablando y dándose golpecitos en las rodillas. “Me pateó un caballo”, volvió a decir Nabo, tratando de reconocer al hombre. “Es verdad”, dijo el hombre. “Ahora los caballos no están aquí y te estamos esperando en el coro.” Nabo sacudió la cabeza. Todavía no había empezado a pensar. Pero ya creía haber visto al hombre en alguna parte. El hombre decía que a Nabo lo estaban esperandoen el coro. Nabo no entendía, pero tampoco extrañaba que alguien le dijera eso, porque todos los días, mientras cepillaba los caballos, inventaba canciones para distraerlos. Después cantaba en la sala para distraer a la niña muda, con las mismas canciones de los caballos. Pero la niña estaba en otro mundo, en el mundo de la sala, sentada, con los ojos fijos en la pared. Si cuando cantaba alguienle hubiera dicho que lo llevaría a un coro, no se habría sorprendido. Ahora se sorprendía menos porque no entendía. Estaba fatigado, embotado, bruto. “Quiero saber dónde están los caballos”, dijo. Y el hombre dijo: “Ya te dije que los caballos no están aquí. Sólo nos interesaba traer una voz como la tuya”. Y quizás, boca abajo sobre la hierba, Nabo oía, pero no podía diferenciar el dolor que...
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