Ingles
empedrada se da contra un testerazo, partiéndoseen dos. Por allí desemboca el pueblo
en sus campos de maíz.
Así es la Plazuela de Ameca, con su esquina ochavada y sus casas degrandes portones. Y
en ella se encontraron una tarde, hace mucho, dos rivales de ocasión. Pero hubo una
muchacha de por medio.
LaPlazuela de Ameca es tránsito de carretas. Y las ruedas muelen la tierra de los baches,
hasta hacerla finita, finita. Un polvo de tepetate quearde en los ojos, cuando el viento
sopla. Y allí había, hasta hace poco, un hidrante. Un caño de agua de dos pajas, con su
llave debronce y su pileta de piedra.
La que primero llegó fue la muchacha con su cántaro rojo, por la ancha calle que se parte
en dos. Losrivales caminaban frente a ella, por las calles de los lados, sin saber que se
darían un tope en el testerazo. Ellos y la muchacha parecíaque iban de acuerdo con el
destino, cada uno por su calle.
La muchacha iba por agua y abrió la llave. En ese momento los dos hombresquedaron al
descubierto, sabiéndose interesados en lo mismo. Allí se acabó la calle de cada quien, y
ninguno quiso dar paso adelante.La mirada que se echaron fue poniéndose tirante, y
ninguno bajaba la vista.
-Oiga amigo, qué me mira.
-La vista es muy natural.
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