Jaque Mate En Dos Jugadas
anotaciones de las partidas. Sí, muchacho, llevaremos sendaslibretas con las jugadas para cotejarlas. ¿Qué te parece? Aquello podría resultar un par de cientos de pesos, y acepté. Desde entonces, todas las noches, la estadística. Estaba tan arraigada la manía en él, que en mi ausencia comentaba las partidas con Julio, el mayordomo. Ahora todo había concluido. Cuando uno se encuentra en un callejón sin salida, el cerebro trabaja, busca, rebusca, escarba. Yencuentra. Siempre hay salida para todo. No siempre es buena. Pero es salida. Llegaba a la Costanera. Era una noche húmeda. En el cielo nublado, alguna chispa eléctrica. El calorcillo mojaba las manos, resecaba la boca. En la esquina, un policía me encabritó el corazón. El veneno, ¿cómo se llamaba? Aconitina. Varias gotitas en el coñac mientras conversábamos. Mi tío esa noche estaba encantador. Meperdonó la partida. Haré un solitario –dijo-. Despaché a los sirvientes... ¡Hum! Quiero estar tranquilo. Después leeré un buen libro. Algo que los jóvenes no entienden... Puedes irte. -Gracias, tío. Hoy realmente es... sábado. -Comprendo.
Inútil fue que Guillermo se prodigara en encontrarle méritos. El viejo era terco y caprichoso. Conmigo tenía otra suerte de problemas. Era un carácter contraotro. Se empeñó en doctorarme en bioquímica. ¿Resultado? Un perito en póquer y en carreras de caballos. Mi tío para esos vicios no me daba ni un centavo. Debí exprimir la inventiva para birlarle algún peso. Uno de los recursos era aguantarle sus interminables partidas de ajedrez; entonces cedía cuando le aventajaba para darle ínfulas, pero él, en cambio, cuando estaba en posición favorable alargaba elfinal, anotando las jugadas con displicencia, sabiendo de mi prisa por disparar al club, Gozaba con mi infortunio saboreando su coñac. Un día me dijo con aire de perdonavidas: -Observo que te aplicas en el ajedrez. Eso me demuestra dos cosas: que eres inteligente y un perfecto holgazán. Sin embargo, tu dedicación tendrá su premio. Soy justo. Pero eso sí, a falta de diplomas, de hoy en adelantetendré de ti bonitas
¡Demonios! El hombre comprendía. La clarividencia del condenado. El veneno surtía un efecto lento, a la hora, o más, según el sujeto. Hasta seis u ocho horas. Justamente durante el sueño. El resultado: la apariencia de un pacífico ataque cardíaco, sin huellas comprometedoras. Lo que yo necesitaba. ¿Y quién sospecharía? El doctor Vega no tendría inconveniente en suscribir elcertificado de defunción. No en balde era el médico de cabecera. ¿Y si me descubrían? Imposible. Nadie me había visto entrar en el gabinete de química. Había comenzado con general beneplácito a asistir a la Facultad desde varios meses atrás, con ese deliberado propósito. De verificarse el veneno faltante, jamás lo asociarían con la muerte de Néstor Alvarez, fallecido de un sincope cardíaco....
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