kafca y la muñeca viajera

Páginas: 65 (16203 palabras) Publicado: 27 de noviembre de 2013
Un año antes de su muerte, Franz Kafka vivió una
experiencia muy insólita. Paseando por el parque
Steglitz, en Berlín, encontró a una niña llorando
desconsolada: había perdido su muñeca. Para
calmar a la pequeña, el autor de La metamorfosis
se inventó una peculiar historia: la muñeca no se
había perdido, se había ido de viaje, y él,
convertido en cartero de muñecas, tenía una carta
quele llevaría al día siguiente al parque. Aquella
noche Franz escribió la primera de las muchas
cartas que, durante tres semanas, entregó a la niña
puntualmente, narrando las peripecias de la
extraordinaria muñeca desde todos los rincones
del mundo. Según cuenta Dora Dymant, su
compañera en aquellos días, el estado febril con el
que Kafka escribía esas cartas era comparable al de
cualquierade sus inmortales obras. Éste es el
relato de aquella experiencia, en la que Franz Kafka
fue un mago de la palabra para una niña
desconocida de la que jamás volvió a saberse
nada, como tampoco de aquellas cartas que

constituyen uno de los misterios más hermosos de
la narrativa del siglo XX.

Jordi Sierra i Fabra

Kafka y la muñeca viajera
ePUB v1.0
Wertmon 27.08.12

Títulooriginal: Kafka y la muñeca viajera
Jordi Sierra i Fabra, 2006.
Editor original: Wertmon (v1.0)
ePub base v2.0

Para Franz,
del escarabajo que un día despertó convertido en niño

Primer sueño

a
Los paseos por el parque Steglitz eran balsámicos.
Y las mañanas, tan dulces...
Parejas prematuras, parejas ancladas en el tiempo,
parejas que aún no sabían que eran parejas, ancianos yancianas con sus manos llenas de historias y sus arrugas
llenas de pasado buscando los triángulos de sol, soldados
engalanados de prestancia, criadas de impoluto uniforme,
institutrices con niños y niñas pulcramente vestidos,
matrimonios con sus hijos recién nacidos, matrimonios con
sus sueños recién gastados, solteros y solteras de miradas
esquivas, solteros y solteras de miradas procaces,guardias,
jardineros, vendedores...
El parque Steglitz rezumaba vida en los albores del
verano.

Un regalo.
Y Franz Kafka la absorbía, como una esponja, viajando
con sus ojos, arrebatando energías con el alma,
persiguiendo sonrisas entre los árboles. Él también era uno
más entre tantos, solitario, con sus pasos perdidos bajo el
manto de la mañana.
Su mente volaba libre de espaldas al tiempo,que al í se
mecía con la languidez de la calma y se columpiaba alegre
en el corazón de los paseantes.
Aquel silencio...
Roto tan sólo por los juegos de los niños, las voces
maternas de l amada, reclamo y advertencia, las palabras
sosegadas de los más próximos y poco más.
Aquel silencio...
El l anto de la niña, fuerte, convulso, repentino, hizo que
Franz Kafka se detuviera.
Estaba muycerca de él, a pocos pasos, y no había
nadie más a su alrededor. No se trataba, pues, de una
disputa entre pequeños, ni de un castigo de la madre, ni
siquiera de un accidente, porque la niña no tenía signos de

haberse caído.
Lloraba de pie, desconsolada, tan angustiada que
parecía reunir en su rostro todos los pesares y las congojas
del mundo.
Franz Kafka miró arriba y abajo.
Nadiereparaba en la niña.
Estaba sola.
Se quedó sin saber qué hacer. Los niños eran materia
reservada, entes de alta peligrosidad, un conjunto de risas y
lágrimas alternativas, nervios y energías a flor de piel,
preguntas sin límite y agotamiento absoluto. Por algo él no
tenía hijos.
Pero todo aquel sentimiento...
La niña tendría unos pocos años. Le resultaba difícil
calcular cuántos. La edad de lasniñas pequeñas era un
misterio. Sí, exacto, justo esa edad indefinible en la que
siguen siendo lo que son aun estando en el umbral del
siguiente paso. Vestía con pulcritud, botitas, calzones,
camisa con cuello de encaje, chaquetil a tres cuartos por la
cual asomaba una falda llena de volantes. Su cabello era
largo, oscuro, y lo recogía en dos primorosas trenzas. Era
guapa, como todas las...
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