la carretera
CORMAC McCARTHY
pág. 2
Al despertar en el bosque en medio del frÃo y la oscuridad nocturnos
habÃa alargado la mano para tocar al niño que dormÃa a su lado. Noches
más tenebrosas que las tinieblas y cada uno de los dÃas más gris que el
dÃa anterior. Como el primer sÃntoma de un glaucoma frÃo empañando
el mundo. Su mano subÃa y bajaba al compás de la preciadarespiración.
Retiró la lona de plástico y se puso de pie envuelto en aquellas prendas
y mantas pestilentes y buscó algún atisbo de luz en el este pero no lo
habÃa. En el sueño del que acababa de despertar vagaba por una gruta y
el niño lo llevaba de la mano. La luz de los dos bailaba en las húmedas
paredes de roca caliza. Como peregrinos de fábula engullidos y
extraviados en lasentrañas de una bestia granÃtica. Humeros de piedra
donde el agua goteaba y cantaba. Tañendo sin tregua en el silencio los
minutos de la tierra y sus horas y dÃas y años. Hasta que se hallaban en
una enorme estancia de piedra donde habÃa un lago antiguo y negro. Y
en la orilla opuesta un ser que levantaba su chorreante boca del gour y
miraba hacia la luz con unos ojos tan blancos y ciegoscomo los huevos
de araña. Balanceaba su cabeza a ras de agua como para captar el olor
de aquello que no podÃa ver. Agazapado allÃ, pálido y desnudo y
translúcido, sus huesos de alabastro grabados en sombra en las rocas
que tenÃa detrás. Sus intestinos, su palpitante corazón. El cerebro que
latÃa dentro de una empañada campana de cristal. La criatura movÃa la
cabeza de lado a lado yluego soltaba un gemido grave y daba media
vuelta y dando tumbos se alejaba silenciosamente hacia la noche.
Se levantó con la primera luz gris y dejó al chico durmiendo y caminó
hasta la carretera y en cuclillas estudió la región que se extendÃa al sur.
Ãrida, silenciosa, infame. DebÃa de ser el mes de octubre pero no estaba
seguro. HacÃa años que no usaba calendario. IrÃan haciael sur. Aquà era
imposible sobrevivir un invierno más.
Cuando hubo clareado lo suficiente observó el valle con los
prismáticos. Todo palideciendo hasta sumirse en tinieblas. La suave
ceniza barriendo el asfalto en remolinos dispersos. Examinó lo que
podÃa ver. Segmentos de carretera entre los árboles muertos allá abajo.
pág. 3
Buscando algo que tuviera color. Algún movimiento.Algún indicio de
humo estático. Bajó los prismáticos y se quitó la mascarilla de algodón
que cubrÃa su cara y se frotó la nariz con el dorso de la muñeca y luego
miró otra vez. Se quedó allà sentado con los gemelos en la mano, viendo
cómo la cenicienta luz del dÃa cuajaba sobre el terreno. Solo sabÃa que el
niño era su garantÃa. Y dijo: Si él no es la palabra de Dios Dios noha
hablado nunca.
Cuando volvió el chico seguÃa durmiendo. Retiró la lona de plástico
azul que lo cubrÃa y la dobló y la llevó al carrito de supermercado y la
metió dentro y regresó con los platos y unos copos de avena en su bolsa
de plástico y una botella de plástico de sirope. Extendió en el suelo la
pequeña lona que les servÃa de mesa y colocó las cosas y se sacó lapistola del cinturón y la dejó sobre el mantel y luego se quedó mirando
cómo dormÃa el chico. Se habÃa quitado la mascarilla por la noche y
estaba sepultada bajo las mantas. Observó al chico y miró entre los
árboles hacia la carretera. Ese lugar no era seguro. Ahora que era de dÃa
podÃan verlos desde la carretera. El chico se movió. Luego abrió los
ojos. Hola, papá, dijo. AquÃestoy. Ya lo sé.
Una hora después estaban en la carretera. Ãl empujaba el carrito y
entre los dos cargaban las mochilas. En las mochilas habÃa cosas básicas.
Por si tenÃan que abandonar el carrito y echar a correr. Asegurado al asa
del carrito habÃa un retrovisor de motocicleta que él utilizaba para
mirar la carretera a sus espaldas. Se subió un poco más la mochila y
observó el...
Regístrate para leer el documento completo.