LA GUERRA DE LOS MIL DIAS
Por: Malcolm Deas.
Tomado de: Revista Credencial Historia.
(Bogotá Colombia). Enero 2000. No. 121
Curiosamente es fácil escribir un breve resumen de la guerra de los Mil Días:
En octubre de 1899, el ala belicista del partido liberal se levantó en contra del
régimen conservador, entonces representado por el muy viejo presidente
Manuel Antonio Sanclemente y el no muy joven vicepresidente José Manuel
Marroquín, atacando de manera muy improvisada a Bucaramanga.
La guerra duró tres años y sus principales escenarios fueron Santander los
famosos combates de Peralonso y Palonegro, Tolima, partes de la Costa y
Panamá. Se complicó con el apoyo intermitente de gobiernos vecinos, amigos
de la rebelión: el de Venezuela, principalmente, pero también los gobiernos del
Ecuador y de Nicaragua; fueron sus presidentes Cipriano Castro, Eloy Alfaro y
José Santos Zelaya, respectivamente. Como tantas guerras, ésta fue una lucha
entre dos incapacidades y dos incoherencias, sufriendo el liderazgo liberal aún
más divisiones y demoras que el alto mando conservador. Sin embargo, los
conservadores tuvieron las ventajas de mayores recursos físicos, fiscales,
administrativos y diplomáticos, líneas interiores de comunicación y el dominio
del corazón del país con su mayoría de la población reclutable; nunca
perdieron su control del río Magdalena.
El golpe de estado del 31 de julio de 1900 puso fin a la presidencia de
Sanclemente, pero quedaron decepcionados quienes pensaban que Marroquín
iba a hacer la paz por vía de concesiones. Los liberales bajo el general Herrera
lograron importantes victorias en Panamá, pero no pudieron trasladar su
ejército desde allá hacia Tierra Firme. Surgieron múltiples guerrillas, y hacia
fines de la guerra el gobierno empleó métodos bastantes drásticos en su
represión. En medio del agotamiento general del país y sin perspectivas de
éxito los liberales, a fines de 1902, terminan la guerra con una serie de tratados
con el gobierno, los principales el firmado abordo del USS Wisconsin por el
general Herrera, y el de Neerlandia, firmado por Uribe Uribe. En parte como consecuencia de la guerra, pronto se separó Panamá. La prolongada guerra
devastó la economía del país, aunque bajo su sombra florecieron negocios
turbios y escandalosos. Nadie sabe cuántos murieron, muchos a causa de las
epidemias y pestes que hallaron en la guerra su caldo de cultivo. Un
contemporáneo da la cifra convencional de cien mil, una proporción muy alta
para la pequeña población de ese entonces. Sin duda fue la guerra civil más
fatal y destructiva de todas las guerras civiles formales que ha sufrido el país.
Fácil el breve resumen, pero queda mucho más por decir, y por preguntar.
(Estas reflexiones se me han ocurrido en el proceso de montar la exposición
Cien años de los Mil Días en el Museo Nacional de Colombia, que es en sí
misma un hito de la historia nacional, siendo, con la parcial excepción de unas
colecciones documentales reunidas como canto de cisne para el centenario de
la Constitución de 1886, la primera exposición en la historia nacional que
conmemora un evento de plena historia republicana, hecho por sí mismo capaz de provocar toda otra serie de reflexiones).
¿Fue una guerra necesaria? Claro, ocurrió, y así sencillamente fue inevitable
en el simple sentido de que no se evitó, y se peleó en seguida entre "hombres
miopes para el bien y para el mal" la frase de Joseph Conrad en su novela
Nostromo, que en parte deriva de la guerra. Pero la mayoría de los líderes del
partido ...
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