La Historia De Lisey Stephen King

Páginas: 769 (192068 palabras) Publicado: 31 de mayo de 2015
Título original: Lisey’s Story
Stephen King, 2006
Traducción: Bettina Blanch Tyroller
Ilustraciones: Jhon Fulbrook III
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2

Para Tabby

¿Dónde vas cuando te sientes solo?
¿Dónde vas cuando te sientes triste?
¿Dónde vas cuando te sientes solo?
Te seguiré
cuando las estrellas estén tristes.
RYAN ADAMS

baby

babyluv

PRIMERA PARTE
CACERÍA DE DÁLIVAS

Siyo fuera luna, sabría dónde ponerme.
D. H. LAWRENCE,
El arco iris

I
Lisey y Amanda
(Todo sigue igual)

1
Los cónyuges de los escritores famosos son casi
invisibles al ojo público; nadie lo sabía mejor que
Lisey Landon. Su esposo había ganado el Pulitzer
y el Premio Nacional de Literatura pero, en
cambio, Lisey tan solo había concedido una
entrevista de verdad en toda su vida,
concretamente parala conocida revista femenina
que publica la columna titulada «Sí, estoy casada
con Él». Se pasó más o menos la mitad de las

quinientas palabras del artículo explicando que su
nombre (una abreviatura de Lisa) rimaba con
«Sisi», mientras que la otra mitad se centraba en
su receta de rosbif asado a fuego lento. Su hermana
Amanda comentó en su momento que la fotografía
que acompañaba el artículo lahacía parecer
gorda.
Ninguna de las hermanas de Lisey era inmune a
los placeres que proporciona meter cizaña
(«hurgar en la porquería», como siempre decía su
padre) o chismorrear sobre los trapos sucios
ajenos, pero la única a quien a Lisey le costaba
querer era precisamente Amanda. Esta, la mayor (y
más peculiar) de las hermanas Debusher, de
Lisbon Falls, en la actualidad vivía sola en una
casaque le había comprado Lisey, una vivienda
pequeña y bien aislada cerca de Castle View,
donde Lisey, Darla y Cantata podían tenerla
controlada. Lisey se la había comprado hacía siete
años, cinco antes de que Scott muriera. Muriera
Joven. Muriera de Forma Intempestiva, como suele

decirse. A Lisey aún le costaba asimilar que
llevaba dos años muerto; tenía la sensación de que
había transcurrido todauna vida y al mismo
tiempo de que apenas si había pasado un suspiro.
Cuando Lisey empezó por fin a vaciar el
despacho de Scott, un conjunto de estancias
grandes y hermosas que en otros tiempos habían
constituido el desván de un granero, Amanda se
presentó al tercer día, después de que Lisey
completara el inventario de todas las ediciones
extranjeras (había centenares de ellas), pero antes
de quehubiera tenido ocasión de avanzar apenas
en la lista de los muebles, con asteriscos junto a
las piezas que consideraba su deber conservar.
Esperó a que Amanda le preguntara por qué no se
daba más prisa, por el amor de Dios, pero Amanda
no le hizo pregunta alguna. Mientras Lisey pasaba
de la cuestión del mobiliario a la inspección
desganada (e interminable) de las cajas de cartón
atestadas decorrespondencia que se amontonaban
en el armario principal, Amanda parecía absorta

en las impresionantes pilas de recuerdos alineados
a lo largo de la pared sur del estudio. Se dedicó a
pasear arriba y abajo ante los objetos dispuestos
como una larguísima serpiente, sin hablar apenas,
limitándose a tomar notas en un pequeño cuaderno
que tenía cerca en todo momento.
Lisey no le preguntó qué buscaba niqué
anotaba en su cuadernillo. Tal como Scott había
señalado en más de una ocasión, Lisey poseía lo
que sin duda se cifraba entre los talentos humanos
más infrecuentes: no se entremetía en los asuntos
de los demás, pero al mismo tiempo no le
importaba demasiado que los demás se metieran
en los suyos. Siempre y cuando no se dedicaran a
fabricar explosivos para perpetrar un atentado, y
en el casode Amanda eso no dejaba de constituir
una posibilidad. Era la clase de mujer que no
podía evitar hurgar, la clase de mujer que tarde o
temprano acabaría abriendo la boca.
Su marido se había marchado al sur desde
Rumford, donde vivían («como un par de

comadrejas atrapadas en una tubería», como dijo
Scott tras una visita que juró no repetir jamás) en
1985. Su única hija, a la que habían puesto...
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