La lima de los deseos

Páginas: 8 (1944 palabras) Publicado: 12 de agosto de 2015
La lima de los deseos

Apenas un asomo de razón iluminó las obscuridades de su cerebro, ya vieron sus ojos obstáculos mortificantes, y sintió en su corazón el ansia de librarse de ellos. El silabario fue su pesadilla, porque envidiaba a los que leían «en Fleury» y escribían «de palotes»; llegó a hacerlos, y le desazonaba la experta mano que guiaba a la suya, débil y torpe; escribió solo, ymaldijo del método que le obligaba a trazar las letras a pulso entre líneas paralelas; escribió después libre y suelto sobre la blanca superficie del papel, y le quitaron el sueño las lecciones de memoria, los primeros problemas de la Aritmética, la vigilancia de la niñera que le acompañaba en sus ratos de huelga en plazas y paseos; y deseó con ansia llegar a esa edad en que termina la fastidiosatutela de los rodrigones, y comienza el niño a campar por sus respetos.
También llegó pronto esa edad, porque el tiempo vuela; y le cambiaron los bombachos cortos por los calzones de largas perneras, la holgada blusa por la tirana chaqueta, y el birretillo gracioso por el empedernido sombrero; atáronle con una correa muchos libros, en latín los más divertidos de ellos, imponiéndosele la obligación deestudiar un poco de cada cosa todos los días, bajo la férula de otros tantos profesores, a cual más huraño y desabrido; y desde aquel momento empezó a envidiar la suerte del estudiante de Universidad, que no necesitaba esclavizar los bríos de su temperamento a la engorrosa e inalterable ley de los declinados y de las conjugaciones; que era mozo con barbas y fumaba sin esconder el cigarrillo tras decada chupada; que vestía como un caballero, viajaba solo y vivía en completa libertad. Entre tanto, cada hora de cátedra le parecía un año de cadena, cada examen le ponía fuera de quicio, y el peso de las lecciones pendientes le amargaban los pocos ratos que le quedaban libres para jugar al bote en las aceras y al marro en las plazas públicas.
Así fueron corriendo los años de su bachillerato,años que le parecieron siglos en su afán de que pasaran pronto, y también llegó a la Universidad. Para entonces ya le negreaba el bozo en la cara; y como era un mozalbete hecho y derecho, comenzaban a dilatarse, arrebolados y primaverales, los horizontes de su fantasía; el corazón palpitaba de regocijo en su pecho, rebosaba de vida y de esperanzas, y se anegaba todo su ser en un golfo de delicias, sinfondo, sin riberas y sin tempestades. Pero tenía este mar un escollo, uno no más, contra el cual se estrellaba él en cuantos rumbos le trazaban sus inquietas imaginaciones: la Universidad misma, su condición de estudiante con las horas fijas de cátedra, su escasez de dinero y de levitas, su falta de verdadera independencia. ¿Qué era él, en substancia, a la sazón? Entre los hombres, un niño; entrelos niños, un hombre; es decir, que en todas partes estaba de sobra, fuera de la ley... en todas partes, menos en la Universidad: precisamente donde él no quería estar. De modo que todos sus «ideales» se realizaban fuera de la región en que el deber y la edad le colocaban... ¡Ah! la borla, ¡la borla! ¡Cuándo la ostentaría en sus sienes! ¡La borla era la libertad, la independencia, el carácter, laverdadera carta de ciudadanía! La borla en sus sienes era tener barbas, ser hombre, hablar en público, escribir, ser actor principal en la escena del mundo, adquirir fama, gloria quizás; de seguro, riquezas.
Y llegó también el día de ceñirse la borla, tras de muchos cursos ganados sabe Dios cómo, y sin haber pegado todas sus cuentas al sastre; pero pasando las penas del Purgatorio, para que entan largo número de años no conociera su padre los apuros de su vida.
Doctor yo no sé en qué, tampoco en esta nueva jerarquía encontró lo que en ella había creído vislumbrar desde lejos. Desvanecíase su persona en la confusión de otros mil doctores de la propia ralea, y hasta observaba que no eran los más favorecidos por el aura popular los que tenían mayores merecimientos, sino mejores padrinos;...
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