la mañosa
cerrado. Yo creoque era el Enemigo Malo. . . ¡Tenía los ojos muy encandilados!. Yo levanté los desnudos piececitos, los puse en la silla y con las manos frías y enrojecidas,
los sujeté fuertemente. Trepado en subanco, Simeón sonreía con malicia por entre el humo de su cachimbo. —Vea, compadre -dijo -, con esas pájaras se pasan sustos grandes. Dígale a mi compadre Pepé que le cuente lo que nos pasó aquímismo..Su mano zurda indicaba la casa; con la otra se echaba sobre las cejas el sudado sombrero de fieltro. Papá se puso de pie. Su sombra se quebró y subió por la pared de tablas de palma.
—No me gustacontar eso, porque me pone nervioso recordarlo. Pasé una noche endiablada.
Tomó asiento de nuevo y se quedó con la mirada sucia, como quien piensa en cosas amar-gas.
Después rompió a decir.Padre hablaba en voz alta. Simeón, oyéndole, cerraba los ojos y parecía dormir. Contaba papá su experiencia de la primera noche pasada en la casa.
Viajando con la recua había visto repetidas vecesel caserón vacío; le gustó el tamaño y el sitio le resultaba conveniente. Un día salió dispuesto a conocerla mejor. Ya en El Pino solicitó informes del alcalde. ¡Buen amigo le salió aquel hombresimple, alto y rojo! La propiedad era de cierto rico viejo que vivía en el pueblo. Padre estuvo recorriendo los potreros, viendo las palizadas, las aguadas, los árboles frutales: todo lo observó y midió.Atardecido salieron al camino real, y con la noche cayéndole encima tomó el camino de la vuelta. Durmió en el pueblo. Al otro día, recién salido el sol, buscó al viejo. Era persona complicada y papá...
Regístrate para leer el documento completo.