La Mente Del Siglo Xix

La mente del siglo XIX

El ideal positivista
El idealismo hegeliano y su réplica individualista quedan desplazados, al llegar la mitad del siglo XIX, por un afán de realismo concreto, de captación de las cosas, también en el sentido práctico, palpable y embolsable, propio de la burguesía que, dominado el susto de las revueltas de 1848, entra entonces en la edad áurea del liberalismo puro. Porcontradictorio que resulte, hay entonces también una filosofía de la no_filosofía, del rechazo a la metafísica: lo que Auguste Comte bautiza como positivismo (de lo puesto ahí, lo dado). Incluso esa apología de lo directo y elemental se basa en una dramática visión de la historia humana en un proceso en tres actos: la época teológica, la metafísica y la positiva. Entrados ya en esta última fase,cabe ahora esperar un asentamiento definitivo, un equilibrio en crecimiento uniforme y sin revoluciones. El pensamiento francés se instala en las conquistas de la Revolución de 1789 y de la mini_revolución de 1830, pero piensa que ya no es necesario que haya más revoluciones: el liberalismo se vuelve conservador, y en 1848 -y, por supuesto, ante la Commune de 1871- toma actitudes que luego sepodrían etiquetar como reaccionarias. Los Tocqueville, Michelet, Renan, Taine, etc., conservan un aire iluminista y progresista, pero se sienten llegados a una altura que se vuelve llanura. Incluso, el mismo Comte se lanza a una curiosa mística de la antimística: el positivismo se hará una religión, con obispos y todo, y con una suerte de "Virgen María", la señora Clotilde de Vaux, su difunta amada.Pero, aparte de estos extremos, en él se manifiesta la dificultad de saber que son esos hechos que tanto glorifica el positivismo: no aisla los hechos singulares -de los que luego el positivismo lógico de Russell, en su forma de atomismo lógico, haría ver que no se pueden ni nombrar-, sino que busca hechos generales, leyes científicas, con lo que incluye procesos de selección, formalización einducción. A última hora, su criterio, en vez de aislar los hechos, los valorá por su utilidad, anticipándose al pragmatismo: Ciencia, de donde previsión: previsión, de donde acción.
No son pocos entonces los desteologizadores que recaen en otra teología: el mismo Feuerbach, reduciendo la religión a autoproyección de los ideales humanos, eleva al hombre a una perspectiva de futuro mesías de sí mismo.Pero la máxima popularidad, dentro de esa tendencia, correspondería a la nueva visión de la naturaleza ofrecida por el evolucionismo de Darwin: la esfera de la vida, en su conjunto total, sería como un vasto animal en progreso, empeñado, aunque sin conciencia ni memoria, en subir a más, para lo cual, los individuos irían tanteando su adaptación al medio, con la victoria de los mejor dotados para lacompetición. No cuenta mucho, para la conciencia general, que hubiera luego que revisar esta imagen épica a la luz de la genética mendeliana, con la escasa flexibilidad de los caracteres heredados: la biología ofrecía el paradigma para el progreso, y Spencer tradujo la metáfora al terreno social, como justificación del capitalismo. En la lucha a muerte por la acumulación, el que sobrevive esporque está más dotado, y ello le legitima, le da un derecho. (Sorprende que Marx pensara en dedicar El Capital a Darwin.) El evolucionismo, como es sabido, se tomó como ataque contra la religión establecida: el hombre era sólo el estadio supremo de un proceso cuya sabiduría y acierto no le venían de fuera. Pero ese progreso no preveía para más adelante nuevas transformaciones tan sorprendentes comolas que habrían llevado desde el mono al hombre: para los caballeros del positivismo, ahora ya se trataba sólo de sacar las consecuencias y generalizar los procesos que les habían llevado al triunfo -al hombre entre las especies, y a ellos entre los hombres-.

Kierkegaard y su equívoco
Tras de medio siglo de olvido, a principios del nuestro, unos pocos empezarían a leer, en traducción...