La Muerte
De tal manera que mi ‘caer en lo sin fin’, si no se produce en un instante que pueda concretar, porque entonces ya estaría de sobramedida y definida esa delimi-tación mía, y por ello sería real y admisible, se tiene que estar produciendo en el tiempo, en el ir siendo. Mi muerte es mi constante pérdida, el continuo aleja¬miento de mí más allá de mí, el siempre imposible ser que voy siendo y voy que¬riendo. «Estoy pués cayendo ahora (ni para abajo ni para arriba ni para sitio algu¬no) en un tiempo sin fin, perdiéndome en unsinfín al que sólo llamo tiempo por¬que el Tiempo de la Realidad está fundado sobre su doma, muerte o falsificación, pero que es en verdad la negación del Tiempo» . Y si, por una parte, es necesario que sea el hombre real, el que atiende a su nombre, aquél que se desplome y se pierda, porque es su realidad lo que se pierde en lo sin fin, también es cierto que este hombre tiene asegurada su estancia, yno hay tiempo alguno que le pueda arruinar, y se asegura de ello perseverando en su nombre y poniéndose la muerte más allá de sí, como uno de sus posibles, cuando en el silencio sabe que la muerte es el imposible en el que no deja de aniquilarse. «Pero es que Yo Fulano de Tal es¬toy constituido por mi muerte siempre-futura: es ella la que me otorga la realidad y hace de mi vida un tramo de Tiempo,real, ideal, contado, lo cual necesariamen¬te, al centrarme y fijar mis ojos en el momento futuro de mi muerte (un trance en verdad inimaginable, pero del que se habla y con el que se cuenta), me ciega por ello mismo y me hace insensible a la caída en lo sin fin en la que estoy cayendo ahora mismo» .
Y así, pensando con García Calvo, llegamos a la paradoja última que tratará este escrito, yque es aquélla en la que se nos dice la necesidad de que el ser humano tome su muerte como lo más propio de sí, cuando resulta que en la muerte se di¬suelve todo ser y toda propiedad. Como podremos apreciar siguiendo las líneas de Heidegger, en este reconocimiento de la propia muerte asienta el pensador alemán la constitución auténtica del Dasein, y en el olvido de ella las formas que, inten¬tandoocultarla, pretenden soslayar la finitud y hacerse la idea de un tiempo ilimi¬tado, el tiempo de los ahoras de la cuenta real y sin reposo. Sin embargo, la parado¬ja acecha en todos los momentos de la reflexión; para descubrir en la muerte el poder ser más personal, como quiere Heidegger, es necesario pensar una muerte ‘real’ que otorgue sentido, esto es, una muerte asumida, ilusoriamente...
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