La Soberbia Del Piojo

Páginas: 26 (6376 palabras) Publicado: 17 de noviembre de 2012
La soberbia del piojo
—¡Un momento señora! Y la señora Linares, toda joyas y sedas, llena de inquietud y curiosidad, se quedó inmóvil. Yo, con todo respeto que la mujer ajena me inspira, pero al mismo tiempo con la audacia que siento ante cualquier mujer hermosa, estiré resueltamente la mano y cogí dela celeste y vaporosa tela que cubría la casta morbidez de una espalda marmórea, un insectorubio y diminuto, que perezosamente tomaba el aire o el sol, sin preocuparse del peligro de una mirada indiscreta. Lo arrojé al suelo, le pasé por encima varias veces el pie. —¿Qué es? ¿Qué ha sido?—preguntó la señora preguntó la señora de las espaldas mórbidas, dignas de dormir sobre ellas un sueño de siete siglos. —Nada, señora. Un pequeño insecto que, seguramente, estaba admirándole su belleza.—¡Cómo nada! ¡Un piojo, Elvirita, un piojo! —dijo interviniendo el más viejo de la reunión, un viejo de solapas pringosas y barbas revueltas y flotantes como nido de oropéndola, que con su cara de perro de aguas, parecía ladrarle a las gentes cuando hablaba, mientras sus ojos lascivos reían entre el paréntesis de dos comisuras lacrimosas y acribilladas de arrugas. —¡Jesús! —exclamó la señora Linares,levantándose bruscamente y yendo a ocultar su vergüenza lejos de nosotros. Las demás señoras, tal vez por espíritu de cuerpo o por el temor de un percance igual, fueron disimuladamente, levantándose y siguiendo el camino de la señora Linares, hasta dejarnos completamente solos. Yo, dirigiéndome al viejo, no pude menos que decirle: Yo, dirigiéndome al viejo, no pude menos que decirle: —Es usteddemasiado indiscreto, don Melchor. Eso no se le descubre a una señora. Ha podido ocasionarle un desmayo. Y mientras todos los que nos encontrábamos bajo el parral veíamos con hostilidad al impertinente viejo de las barbas flotantes, renegando de que nos hubiese echado a perder tan grata compañía, éste se limitó a contestarme: —¡Aspavientos!, que no cuadran en estos lugares, donde todos, cuando nollevamos un piojo encima es porque lo hemos dejado en casa. ¡Ascos del piojo, cuando el piojo es aquí artículo de primera necesidad! Lo digo sin exageración, porque aquí hay gentes que desayunan con piojo. Y luego, que el piojo es el mejor amigo del hombre. Yo prefiero un piojo a un perro, no sólo porque tiene dos patas más, sino porque no tiene las bajezas de este. El perro se agacha, se humilla,implora cuando recibe un puntapié del amo, o cuando se ve con un palo encima. ¡Ya va a tolerar un piojo semejante tratamiento! El piojo es el más soberbio y estoico de los seres creados. Y como nos hubiésemos quedado solos y el viejo me iba resultando interesante, resolví provocarle una confidencia, una historia, una anécdota, un chisme, cualquier cosa... —No —me dijo—, no estoy para chismes ni parahistorias. ¿Por qué pudiendo hablar de los animales hemos de hablar de las gentes? Todas las historias se parecen. En todas verá usted las mismas ridiculeces, las mismas vanidades, las mismas miserias, las mismas pasiones. No hay más que variantes. ¿Que un marido mató por celos? Una cursilería, una estupidez, porque la libertad del amor está por encima de todas las libertades. ¿Qué un Fulano haamasado su fortuna con el sudor y la sangre de millares de indios? ¡Bah! Paraqué son tan bestias los indios. Si los indios se contaran, se organizaran y fueran más a la escuela y bebieran menos, cuántas cosas harían. Porque el indio no es idiota; es imbécil. Pero de la imbecilidad se puede salir; de la idiotez no. La imbecilidad, como usted sabe, se cura tonificando el alma, sembrando ideales en ella,despertándole ambiciones, haciéndole sentir la conciencia de la propia personalidad. Y el indio, aunque nuestros sociólogos criollos piensan lo contrario, no es persona: es una bolsa de apetitos. —Bueno, bueno. Hablemos entonces de los animales. Ha dicho usted que el piojo es el mejor amigo del hombre. ¿Desde cuándo nació esa amistad? Y el más soberbio de los seres. ¿Por qué? Don Melchor se...
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