La Ternura De Abbá En El Adviento Y La Redención

La Ternura de Abbá: Dios, Padre de la “nueva creación” (Sal 119.43; Ef. 1. 13; Col 1. 5; Stg 1. 18; 1 P 1. 23-25).



Bien. Es posible que, en rigor, cada Adviento conlleve dos grandes desafíos inalienables para el cristiano; y éstos son:

I. Conocer 1 al Hijo, para conocer al Padre (Cf. Jn 17. 2-3).

II. Seguir al Hijo, para llegar al Padre (Cf. Jn 14. 5-6).



DesdeAbraham, hasta Virgilio, se ha anunciado y esperado la venida del Salvador: Emmanuel, aquel que es Hijo único igual a Dios Padre…



Es éste, en rigor y a propósito de la cristiana redención, nuestro tiempo de Adviento. Tiempo no sólo de “venida” y “espera”, sino también de “presencia” y “permanencia”: de preparación y fidelidad. Esto es, nuestro Redentor peregrina por la historiauniversal de los hombres, y al tiempo, por la “historia personal” de cada uno de éstos; por la de cada uno de nosotros. Este excelentísimo milagro, a saber, debe reflexionarse profundamente; entenderse como un privilegio amoroso, un verdadero misterio y un maravilloso regalo de Dios para la salvación de cada uno de sus hijos.
En suma, es y será acaso también parte del llamado y misión del laico, enestos oscuros momentos donde gobiernan las pruebas de fe, los falsos profetas y las metafísicas de confusión, adentrarse –solicitando la especial asistencia del Espíritu Santo, a través de los dones escatológicos por Dios prometidos- en las inacabables profundidades de las Sagradas Escrituras, los virtuosos ensayos teológicos, y las riquísimas encíclicas papales; afín de que toda la entregacristiana sea verdaderamente edificante para la comunidad y su santa Iglesia; Iglesia inmersa en su generosa tarea de ser ardiente constructora de la civilización del amor.

Será, por tanto, el propósito de este lacónico y modesto artículo, el de poder llegar a repasar la concepción de Jesucristo a la luz del amor y la ternura del Padre. Debemos intentar lograr distinguir, aun en medio de lasfútiles parálisis impuestas por las malas costumbres, las infructuosas obligaciones mundanas y las inevitables necesidades diarias, ése momento “ultrahistórico y ultratemporal” en que Dios, por medio de la presentación del Hijo único, se nos da a conocer, se nos acerca y se nos revela ya no lóbregamente como el Padre de lo creado, como una especie de demiurgo, como algún tipo de energía subatómicacircundante o un gran arquitecto del universo, de naturaleza indiferente o mordaz, como pretenden inculcar, en masa, falazmente, ciertas corrientes gnósticas desde las herramientas de una modernidad “engañosa”, “hedonista” y “globalizada”, sino antes bien y correctamente como un Padre Bueno; como un Padre amoroso “que viene por sus hijos”.

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Ya sabemos que nos encontramos ante otro nuevoaño litúrgico; que es época de Adviento para el cristiano. No obstante, en algún momento de nuestra vida, para mayor instrucción del alma ávida de engolfarse en el misterio de la santísima trinidad, cabe, aunque parezca en principio algo “tempranamente aprehendido”, formularnos la siguiente pregunta: pero ¿qué es, sin-embargo, lo que verdaderamente nos hace cristianos?

Con todo, me haparecido oportuno comenzar esta meditación de Adviento con el evangelio de San Juan. Puesto que en éste podemos implícitamente descubrir cuál es la actitud ética y moralmente correcta que Jesús hace tácita -para hacernos sus hermanos y agradables a Dios-, a partir del fiel ejemplo que ha de significar para toda la familia humana, la pureza y santidad de toda su vida.
Para Cristo, el amor alPadre está ligado íntimamente a la vivencia -en todas sus dimensiones- de la Palabra revelada. Tanto es así que, a lo largo del evangelio, se nos insiste de este modo, “El que me desprecia y no hace caso de mis palabras, ya tiene quien lo condene: las palabras que yo he dicho lo condenarán el ultimo día” (12. 48);“Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos” (Jn 14.15); “El que me ama, hace...