Las Antipodas De Ida y Vuelta

Páginas: 14 (3449 palabras) Publicado: 10 de septiembre de 2011
Las antípodas de ida y vuelta Octavio Paz

...para no caer en los errores en que estuvieron los antiguos Philósophos, que creyeron no haber Antípodas. Diccionario de autoridades (Padre Alfonso de Ovalle)

“Bombay”
En 1951 vivía en París. Ocupaba un empleo modesto en la Embajada de México. Había llegado hacía seis años, en diciembre de 1945; la medianía de mi posición explica que no se mehubiese enviado, al cabo de dos o tres años, como es la costumbre diplomática, a un puesto en otra ciudad. Mis superiores se había olvidado de mí y yo, en mi interior, se lo agradecía. Trataba de escribir y, sobre todo, exploraba esa ciudad, que es tal vez el

ejemplo más hermoso del genio de nuestra civilización: sólida sin pesadez, grande sin gigantismo, atada a la tierra pero con la voluntad devuelo. Una ciudad en donde la

mesura rige con el mismo imperio, suave e inquebrantable, los excesos del cuerpo y los de la cabeza. En sus momentos más afortunados -una plaza, una avenida, un conjunto de edificios- la tensión que la habita se resuelve en armonía. Placer para los ojos y para la mente. Exploración y reconocimiento: en mis paseos y caminatas descubría lugares y barrios desconocidospero también reconocía otros, no vistos sino leídos en novelas y poemas. París era, para mí, una ciudad, más que inventada, reconstruida por la memoria y por la imaginación. Frecuentaba a unos pocos amigos y amigas, franceses y de otras

partes, en sus casas y, sobre todo, en cafés y bares. En París, como en otras ciudades latinas, se vive más en las calles que en las casas. Me unían a misamigos afinidades artísticas e intelectuales. Vivía inmerso en la vida literaria de aquellos días, mezclada a ruidosos debates filosóficos y políticos. Pero mi secreta idea fija era la poesía: escribirla,

pensarla, vivirla. Agitado por muchos pensamientos, emociones y sentimientos contrarios, vivía intensamente cada momento que nunca se me ocurrió que aquel género de vida pudiera cambiar. Elfuturo, es decir: lo inesperado, se había esfumado casi totalmente. Un día el embajador de México me llamó a su oficina y me mostró, sin decir palabra, un cable: se ordenaba mi traslado. La noticia me conturbó. Y más, me dolió. Era natural que se me enviase a otro sitio pero era triste dejar París. La razón de mi traslado: el gobierno de México había establecido relaciones con el de la India, queacababa de conquistar su Independencia (1947) y se proponía abrir una misión en Delhi. Saber que se me destinaba a ese país, me consoló un poco: ritos, templos, ciudades cuyos nombres evocaban historias insólitas, multitudes abigarradas y multicolores, mujeres de

movimientos de felino y ojos obscuros y centelleantes, santos, mendigos... Esa misma mañana me enteré también de que la persona nombradacomo embajador de la nueva misión era un hombre muy conocido e influyente: Emilio Portes Gil. En efecto, Portes Gil había sido presidente de México. El personal,

además del embajador, estaría compuesto por un consejero, un segundo secretario (yo) y dos cancilleres. ¿Porqué me habían escogido a mí? Nadie me lo dijo y yo nunca pude saberlo. Sin

embargo, no faltaron indiscretos que me dieron aentender que mi traslado obedecía a una sugerencia de Jaime Torres Bodet, entonces director general de la UNESCO, a Manuel Tello, ministro de Relaciones Exteriores. Parece que a Torres Bodet le molestaban algunas de mis actividades literarias y que le había desplacido

particularmente mi participación, con Albert Camus y María Casares, en un acto destinado a recordar la iniciación de la guerra deEspaña (18 de julio de 1936), organizado por un grupo más o menos cercano a los anarquistas españoles. Aunque el gobierno de México no mantenía relaciones con el de Franco -al contrario, excepción única en la comunidad internacional, había un embajador mexicano acreditado ante el gobierno de la República Española en el exilio- a Torres Bodet le habían parecido “impropias” mi presencia en...
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