las chicas de alambre

Páginas: 6 (1303 palabras) Publicado: 17 de octubre de 2013
El primer amor serio de Vania, pese a que por entonces, a los dieciséis años, ya iba
directa a la fama, había sido de lo más vulgar. Tomás Fernández. No lo digo por el
nombre, claro. Lo digo porque el tal Fernández, por entonces, tenía diecinueve años y no
era más que un guaperas con aire de macarrilla. Recordaba haber visto sus fotos, y algo
de él en televisión, aprovechándose delmomento, tras la muerte de Cyrille y de Jess y la
desaparición de Vania. Lo mismo que el primer oscuro marido de Marilyn Monroe se
buscó la vida, a él no le importó ser lo mismo, el oscuro primer novio de la más famosa
de las tops nacionales de su tiempo. Además, salir con ella le había abierto algunas
puertas, así que hizo pequeñas cosillas antes de que fuera sepultado por su falta de clase.En fin, que no siempre las más bellas se enamoran de los tíos que puedan estar a su
altura.
Cuando digo que el corazón femenino es imprevisible...
A Carmina tampoco le había costado mucho dar con él. Las babosas dejan un rastro.
Diecinueve años después de la breve relación sentimental con Vania, Tomás Fernández
seguía buscándose la vida como lo que era: un listillo.
Ejercía de relacionespúblicas en una discoteca marchosa, para noctámbulos selectos. O
sea, que seguía siendo un macarrilla sin clase pero con percha.
No sé por qué odio a los relaciones públicas de las discotecas. Será porque me parecen
gigolós encubiertos, o chulos con licencia para ejercer, o depredadores de la noche cuyo
único propósito es meter gente en el local que les paga y, de paso, sacar la mejor de lastajadas, en dinero o en carne.
Vivía en una torrecita, discreta y humilde, aunque fuese en Sant Just Desvern.
—¿Sí?
Me abrió la puerta en calzoncillos, y con cara evidente de haber sido despertado con mi
llamada. No me sentí mal por eso. Y aún menos al verle. Treinta y ocho años, cabello
alborotado y agitanado, pelín largo, torso peludo, un tatuaje hortera en cada brazo, un
28poco másabajo de los hombros, cuerpo trabajado por lo menos con un par de horas de
gimnasio al día, mandíbula cuadrada.
—¿Tomás Fernández?
—¿Qué pasa? ¿Sabes qué hora es?
—Las doce —le informé.
—¡Joder! Acabo de meterme en la cama hace menos de cuatro horas.
—¿Puedo hablar con usted? —me negué a tutearle, aunque a mí todo el mundo me
tuteaba.
—¿De qué?
—De Vania —le enseñé mi carné de periodistay el de Zonas Interiores.
Eso último le hizo abrir los ojos.
—¿Zonas Interiores?
—Estamos haciendo un reportaje.
Ahora ya sí. Se despejó de golpe. A falta de un buen café pero... se despertó de golpe.
—¿Cuánto vais a pagar?
Me entraron ganas de reír. Traté de comportarme.
—Nada.
—¿Cómo que nada? Lo que sé vale una pasta, ¿no?
—Lo que sabe lo contó hace diez años, así que no tengo más queleerlo y repetirlo —dije,
sin cortarme un pelo—. Pensaba que ahora querría hablar por simple espíritu de
colaboración... además de salir en Zonas Interiores y de la publicidad que eso siempre
comporta.
No supe si iba a cerrarme la puerta en las narices o si meditaba lo que acababa de decirle.
Finalmente fue eso último.
—Hace diez años cierta prensa me puso a parir de un burro, como siyo tuviera la culpa
de algo —se quejó.
No se había enterado de nada, así que tampoco le dije la verdad, que los horteras listillos
no caen bien. Me las ingenié de nuevo para acercarle a mi parcela.
—Porque vendió la exclusiva. El que paga tiene derecho a decir lo que quiera, y cuanto
más haya pagado, más largará. Yo no pienso hacer eso. Escribiré de usted objetivamente.
Eso acabó deconvencerle, o sería que no estaba para discusiones. Se apartó de la puerta y
entré adentro. Todo estaba revuelto, en desorden, pero encontré una butaca libre.
Esperaba ver salir a una rubia teñida de alguna parte, pero, casualidad o no, esa noche
Tomás Fernández había dormido solo. Desapareció cinco minutos en el baño y otros
cinco en la cocina. Ya lavado y con una taza de café en la mano,...
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