los 4 gigantes del alma
SERIE SEPA USTED
Asimov, I. — D e los núm ero s y su historia
Bacq, R. — La energía sola r y las bom ba s de calor
Béguery, M. — La explotació n de los océanos
Bourde, C h. — La s enferm edade s circulatoria s
Escardó, F. — A natom ía d e la fam ilia
Escardó, F. — Sexología de la fam ilia
Firpo, N. — Diccionario del am or
Greppi, C. — Hacia un m und o mejo r
Guéron, J. — La energía nuclea r
Judd , S. H. — La dieta d e California
Laborde, S. — El cáncer
Lequin, Y. - M aillard, J . — Europa occidenta l en el siglo XX
Maillard, J. - Lequin, Y. — El nuevo m und o del Extrem o O riente
M atras, J. J. — El sonid o
Mira y López, E. — C uatro gigante s del alm a
Ribas, A. P. — El rol del em presari o en la socieda d
Rousseau, P. — La luzTermier, H. - Term ier, G. — Los anim ale s prehistórico s
E M ILIO M IR A Y LÓPE Z
CUATRO GIGANTES
DEL ALM A
El miedo • La ira
El amor - El deber
DECIMOCUART A EDICIÓN
E d ic io n e s L id iu n
B U E N O S A IR E S
A
GUISA
DE
ENFO
QUE
Nunca como ahora, que se está gestando el cauce social del
nuevo hombre, se ha hecho tan necesaria la investigación científica—objetiva y sistemática— de la naturaleza humana. Nunca
como ahora, también, ha sido tan conveniente que los datos alcanzados por la ciencia se pongan al servicio y beneficio del mayor número posible de personas, para contribuir al alivio de sus pesares.
Asi como hay enfermedades hay sufrimientos evitables con
sólo observar algunas sencillas normas de conducta. Pero éstas no
pueden ser impuestas anadie, sino que han de ser creadas y adoptadas por cada cual voluntaria y satisfactoriamente, en la medida en
que se desgajen de su criterio de acción, de un modo tan sencillo
y natural como un fruto maduro se desprende del árbol en que se
engendró. De aquí la conveniencia —y casi diríamos la imperativa
urgencia— de ilustrar en los fundamentos del autoconocimiento a
la mayor cantidad posible deadultos. Éstos alcanzan, espontáneamente o por estudio, una visión aceptable del mundo en que viven,
pero ignoran casi todo cuanto hace'referencia a su propio universo
personal, del cual aquél no pasa de ser, en definitiva, más que una
parte extrapolada.
Dos grandes obstáculos, empero, dificultan este autoconocimiento que Sócrates ya reclamaba, como principio de toda actuación: el primero deellos consiste en que la propia inmediatez dificulta enormemente todo intento introspectivo (del propio modo
como cuanto más acercamos un objeto a nuestra vista peor lo vemos); el segundo deriva de los cambios constantes de nuestro tono
vital —reflejados en nuestro humor y en nuestra autoconfianza—
que nos llevan a teñir siempre el autojuicio estimativo, dándole un
exagerado color de rosa o uninjustificado tono de oscuro pesimismo.
En efecto, el hombre pasa, casi sin término medio, de considerarse
el "rey de la creación" a creerse "simple barro"; unas veces se
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EM ILIO
MIRA
Y LÓPEZ
autojuzga como espíritu "cercano a Dios" y otras como una "máquina de reflejos".
Hasta hace apenas medio siglo, la psicología aparecía dividida —al igual que la filosofía— en dos camposideológicos irreconciliables: en uno se hallaban quienes creían que la esencia y
sustancia del hombre es un principio sutil, inextenso y eterno, llamado "alma"; en otro militaban quienes opinaban que desde el
más profundo de los idiotas hasta el más excelso de los genios, no
pasan de ser acúmulos de materia que toman la forma de "cuerpo
humano". Éste, en una de sus partes —el cerebro—engendraría
la conciencia, de un modo tan directo y natural como el riñon segrega la orina. Esas dos actitudes (idealista y materialista) más o
menos suavizadas y disimuladas constituían la base de los sistemas
psicológicos imperantes. Afortunadamente,
hoy se ha superado la
"impasse" y comienza a surgir la síntesis dialéctica, impulsora de
nuestra ciencia: el se/r humano es, sí, un acumulo de...
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